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Crónica
Texto informativo con interpretación

Paraguay empata a la italiana

Suráfrica aprovecha el conformismo de los de Maldini y remonta un 2-0

José Sámano

De forma calamitosa Paraguay regaló un empate a Suráfrica, un equipo muy plano al que sólo los propios suramericanos hicieron despertar en el último tramo. Fue la propia selección de Maldini la que invitó al baile a los africanos, de capa caída durante más de una hora. Con 2-0 a favor y el curso del encuentro a su antojo, a Paraguay le entraron unas ganas enormes de congelar el resultado. Y lo hizo de la peor forma posible: a la italiana, con todo el mundo amontonado en la cueva, dejando que el rival maniobrara hasta la misma periferia del área. Hasta que el cántaro se rompió dos veces. En ambas, los paraguayos hicieron más que su enemigo porque la pelota acabara embocada en su red.

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Antes del suicidio, Paraguay había estado por encima de su rival. Los suramericanos mostraron un poco de todo. La consistencia defensiva de Ayala y Gamarra, el recorrido y fantástico golpeo de Arce, el sabio guión de Acuña y la dinamita de Santa Cruz. Con tres centrales, Maldini perfila un medio campo con cuatro unidades. En el eje Struway tira de fregona, mientras Acuña piensa por todos y siempre encuentra a Santa Cruz, la única referencia ofensiva. Arce, un magnífico lateral del Palmeiras, tiene a su disposición todo el carril derecho. Su potencia le permite ir y venir a destajo.

Arce también es el encargado de ejecutar todas las jugadas con el balón quieto. Y lo hace de maravilla. De esa forma alumbró los dos goles paraguayos. Desde el costado derecho, con la pelota en pausa tras una falta, puso el primero en la cabeza de Santa Cruz, que remató con valentía y decisión. Luego, se produjo una falta a una legua del vértice izquierdo del área surafricana y allí acudió Arce, que cruzó de punta a punta el campo para la ejecución. Llegó, sobó la pelota, la clavó en la hierba, dio tres pasos atrás y se giró, con el riñón izquierdo apuntando a Fevernova. Entonces, como un trueno, el balón taladró la red. Soberbio.

Por la cera contraria a Arce el asunto cambia. A Caniza, mucho menos cualificado, le respalda Campos, que actúa por delante. Ambos tienen una misión suprema: llegar cerca de la bandera para subir la pelota al cielo del área en búsqueda de Santa Cruz, que las caza todas si no se le amarra bien. Si el juego deriva hacia el centro, el jugador del Bayern siempre tira diagonales a la espalda de sus marcadores. Cuando despega, no falla: el balón lo tiene Acuña.

Con este orden, Paraguay apenas sufrió hasta que le dio el tembleque. Antes, Suráfrica había sido un equipo apagado, sin gracia ninguna. Pálido en todas sus líneas, sin ritmo. Tan sólo era algo vivaz cuando aceleraba Fortune, el más dotado. Sin más recursos, el afortunado gol de los africanos dio un vuelco al encuentro. Un tanto que llegó por el desatino paraguayo. Tan atrás defendían ya entonces que un despeje hacia la frontera del área le cayó al africano Mokoena, solo y sin molestias. Su disparo no fue limpio, pero en la montonera defensiva de los paraguayos apareció la pierna dislocada de Struway. A partir de ahí el juego de Suráfrica se volvió más intenso y chisposo. Paraguay se tapó el cogote con la manta de Ayala y Gamarra y como murciélagos todos apostaron por resistir colgados del larguero. Hasta que éste se les vino encima con el penalti de Tavarelli. Un azote merecido por el capricho de meter la marcha atrás.

Maldini es un experto en pócimas italianas.

Ayala y McCarthy pugnan por el balón.
Ayala y McCarthy pugnan por el balón.REUTERS

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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