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Tribuna:AL VOLANTE | PRUEBA
Tribuna
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Manejable y económico

El nuevo Fiesta sigue las tendencias de los últimos utilitarios, con una línea casi monovolumen y asientos más altos que aumentan la visibilidad en todas las plazas. Y sobre todo tiene un chasis más rígido que mejora el comportamiento y un equipo de seguridad más completo.

Un turbodiésel austero

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Más amplio, pero poco vistoso por dentro

El Fiesta monta el nuevo motor 1.4 TDCi, desarrollado con Peugeot-Citroën, que destaca por su economía de uso. Tiene 68 CV en vez de los 70 del Citroën C3, aunque ofrece unas prestaciones correctas, tanto en ciudad como en carretera, y destaca por su tacto silencioso y refinado, similar al de un motor de gasolina. Responde desde 1.500 vueltas con suavidad y se estira por encima de 4.000 sin esfuerzo. Además es muy progresivo, ya que no se nota la entrada del turbo. Y va acoplado a un cambio rápido, preciso y con las marchas bien escalonadas. Pero lo mejor sin duda son los consumos, muy bajos: cinco litros a ritmos suaves y en torno a siete en ciudad y conducción rápida, lo que permite recorrer más de 600 kilómetros sin repostar.

Sólido y estable

La calidad del nuevo chasis se aprecia mucho en el comportamiento dinámico, más sólido y estable. El Fiesta transmite la sensación de aplomo de un coche más grande, absorbe los baches con solvencia y tiene una estabilidad conseguida. En trazados rápidos se pega al asfalto, y es muy ágil y manejable en zonas viradas y tráfico urbano: apenas balancea en las curvas y maniobra muy bien. Sin embargo, la unidad de pruebas montaba los neumáticos y llantas opcionales (195/50/15), que penalizan el confort y las prestaciones, tanto al adelantar como en las subidas: pierde nervio y exige reducir de marcha. A cambio, estas ruedas dan más sensación de agarre y seguridad, pero, salvo por consideraciones estéticas, es preferible mantener las de serie (175/65/14).

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Por lo demás, los frenos son buenos, paran el peso con rapidez e incluyen de serie el ABS.

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