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Reportaje:

Menores marroquíes malviven en cuevas en Melilla

Un grupo de menores inmigrantes marroquíes ha instalado su hogar en cuevas de la costa de Melilla

Quesada se queja de la actitud de Marruecos y asegura que de las 38 entregas de niños a sus familias que se hicieron en 2001, tan sólo una sirvió para algo. Los demás volvieron a Melilla.

JULIÁN ROJAS

Tres puntos

La consejera de Bienestar Social de la ciudad autónoma de Melilla, Isabel Quesada, resume en tres puntos cómo se ven las cosas desde la frontera:

En primer lugar, critica al Reino de Marruecos por no cuidar más de sus jóvenes y permitirles jugarse la vida entrando y saliendo de Melilla por sitios peligrosos. Pide así un mayor control en la parte fronteriza marroquí.

Después, le toca al turno de reproches a España, a cuyo Parlamento le exige un reglamento de régimen interno en los centros de menores. En Melilla se quejan de que muchos de los jóvenes acogidos, los que rondan los 17 años, son muy violentos y destrozan los bienes de los centros (100 sillas ignífugas han acabado en pedazos en el centro de reforma del Baluarte en tan sólo dos meses) o venden la ropa que se les da y desaprovechan (y hacen desaprovechar a otros) los cursos de oficios. Los guardas acaban siendo víctimas. A veces, según Quesada, porque no saben hasta qué punto la ley les permite defenderse y, sobre todo, con qué medios.

Por último, desde Melilla se pide que el fenómeno no se considere como una cuestión de menores, sino de inmigración, para lo que piden que se apliquen conceptos de la Ley de Extranjería a los acogidos de mayor edad y en especial a los delincuentes. Esto es, que en vez de tener que acogerlos hasta que se localice a la familia del menor, en los casos más complicados se adopte la medida de repatriarlos y entregarlos a los servicios públicos.

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