'Mater Dolorosa'
Los comentarios cuchicheados al vecino en un acto público, pero registrados indiscretamente por un micrófono, y el recurso a los latiguillos patrióticos, destinados a cerrar la boca de malos modos a los interpelantes incómodos, suelen enseñar más sobre la mentalidad de los políticos que sus discursos. La traicionera difusión a través de los altavoces del Parlamento Europeo el pasado 20 de marzo de la opinión susurrada por Aznar a un acompañante sobre su propia intervención ('¡Vaya coñazo que he soltado'!) mostró su insospechada capacidad autocrítica, aunque dejara en ridículo a los diputados del PP y a los periodistas que habían alabado dos días antes en el Congreso el mismo discurso sobre la Cumbre de Barcelona. Y la contestación de cuello vuelto dada por el presidente del Gobierno durante la sesión de control de la pasada semana a una pregunta sobre la huelga general convocada por CC OO y UGT para el 20 de junio -víspera de la Cumbre del Consejo Europeo en Sevilla- hizo aflorar los estratos de autoritarismo más profundos de su personalidad: la airada frase de que los convocantes de esa jornada de paro 'hacen daño conscientemente' a 'la imagen y el interés de España' parece un mal viaje hacia el pasado preconstitucional.
La falacia de tomar la parte por el todo es inofensiva cuando adopta la forma de sinécdoque literaria, pero puede tener efectos devastadores como tropo político. La réplica de Aznar no sólo identificó al Gobierno central con las instituciones del Estado en su conjunto, sino también con España como colectividad: el ejercicio por las centrales sindicales de un derecho amparado constitucionalmente se transformó, así, en un delito de lesa patria. Si la simbólica invasión por el jefe del Ejecutivo de todos los poderes, órganos y centros de decisión del sistema democrático ya es disparatada, la afirmación según la cual los convocantes de la huelga, lejos de proponerse como objetivo de su acción que la Administración negocie con las centrales la reforma, sólo desean perjudicar a España parece sacada del cuadro patológico de un delirio de grandezas.
Un notable libro de José Álvarez Junco (Mater Dolorosa, Taurus, 2001), dedicado a la génesis de la idea de nación y del nacionalismo durante el siglo XIX, subraya el contraste entre las poderosas representaciones de Inglaterra (la orgullosa Britannia) o Francia (la desafiante Marianne) y la imagen plañidera de España, dibujada como una hembra enlutada, decrépita y anegada en lágrimas. Esa visión antropomórfica de España como madre dañada por sus propios hijos -en este caso, José María Fidalgo y Cándido Méndez- denuncia las deudas intelectuales de Aznar con la tradición regeneracionista que descalifica a los partidos y a los políticos como sembradores de la desunión nacional. La personificación maternal de la colectividad, por lo demás, suele servir de soporte a las concepciones conspirativas de la historia, que culpan de los males de la patria a la alianza impía entre los enemigos del exterior y los vástagos traidores del interior movidos por el rencor. Esa retórica no es inofensiva: ensoñaciones paranoides de este tipo sirvieron hace casi siete décadas a los vencedores de la guerra civil como mecanismos de exclusión para arrojar a las tinieblas de la anti-España a sus adversarios políticos convertidos en enemigos extranjeros.
La campaña de Aznar para culpar a los socialistas -contra toda evidencia- como autores de la iniciativa huelguística marchan en esa dirección. El Gobierno y los medios a su servicio pretenden engañar a la opinión pública con el embeleco de que el paro laboral convocado por CC OO y UGT sólo sería el burdo disfraz de una huelga política urdida por el PSOE para humillar al presidente del Gobierno ante sus invitados europeos. El excitable Javier Arenas ha conminado al presidente de la Junta de Andalucía y al alcalde de Sevilla para que renuncien a su execrable propósito de encabezar el 20-J el comité de huelga de la capital anfitriona del Consejo Europeo. El trapisondista secretario general del PP tiene, sin embargo, la solución a su alcance: invitar a los cargos autonómicos y municipales del PSOE a que sigan el 20-J el ejemplo dado por los dirigentes del PP con parecida responsabilidad (Aznar era presidente de la Junta de Castilla y León el 14-D) en las huelgas organizadas contra el Gobierno socialista.
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