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Entrevista:FRANÇOIS DUBET | Director adjunto del Centro de Análisis Sociológico de Francia

'La segregación de alumnos refuerza la distancia social, algo catastrófico'

Naiara Galarraga Gortázar

El director adjunto del Centro de Análisis e Intervención Sociológica, fundado por Alain Touraine, François Dubet (Burdeos, Francia, 1946), dio el lunes pasado en Bilbao la lección inaugural de un encuentro organizado por el departamento vasco de Educación en el que se analizó la calidad de la educación pública y privada en Euskadi. Dubet, sociólogo y profesor universitario, desgranó ante los participantes (profesores, representantes de padres de alumnos, de estudiantes y sindicalistas) la revolución que se ha producido en las aulas en las últimas décadas y sus consecuencias.

Pregunta. ¿En qué han cambiado las escuelas?

Respuesta. Desde hace mucho, los sistemas escolares de Europa han estado construidos desde una cierta criba entre los estudios largos, humanísticos, para los hijos de las clases pudientes y los estudios cortos, técnicos, para los hijos del pueblo. Esto hizo que los colegios, hasta hace 30 o 40 años, fueran una especie de santuario protegido de los problemas de la sociedad. Cuando los muros escolares caen para acoger a alumnos muy diversos, penetran en la escuela todos los fenómenos sociales de la juventud y la adolescencia: la violencia social, el rock and roll, la sexualidad, el walkman, la solidaridad... Pese a esta revolución, en buena parte de los enseñantes ha permanecido el sueño de que la escuela seguía siendo la de antes, la de la gran cultura tradicional.

P. ¿Cómo se mejora la calidad de la educación?

R. No es esencialmente un problema de medios, de dinero. Una escuela que funciona mal a la que se le aportan más medios sigue funcionando mal, aunque con más medios. Hay que aportar medios a quien desarrolla un proyecto y lo lleva adelante, y hay que evaluarlo externamente, no para castigar a los enseñantes, sino para que mejoren.

P. ¿Qué debe saber un alumno al acabar la educación obligatoria?

R. En el contexto del aprendizaje permanente, para toda la vida, en el que las disciplinas, las prestaciones, lo que se requiere va cambiando, es una cuestión básicamente política. Y esa decisión, cuál es el mínimo común denominador que una sociedad debe exigir al acabar la escuela, es básicamente una decisión política que concierne no a los profesores, sino a los parlamentarios.

P. En su conferencia ha mencionado que también se les debe enseñar a ser ciudadanos. ¿Eso se aprende en una asignatura específica o debe impregnar toda la enseñanza?

R. No puede ser enseñando como antiguamente, en términos de moral, de catecismo, sino que el centro debe ser un espacio de aprendizaje de la civilidad. Los alumnos deben aprender que tienen derechos y deberes.

P. Es más fácil cuando son pequeños que en la adolescencia.

R. En primaria, en el bachillerato y en la universidad, la escuela funciona razonablemente bien; el problema está en el espacio 12-16 años, donde el alumnado es más heterogéneo.

P. ¿Por qué sostiene que segregar a los adolescentes en esa etapa es peligroso?

R. Existe una ley sociológica y educativa que dice que, si juntas a todos los alumnos más débiles, la tendencia es que se vayan convirtiendo en más débiles. Por lo que no es eficaz. Y tampoco es justo, porque históricamente está demostrado que los alumnos más capaces, los que logran mejores resultados, son los que vienen de las clases medias-altas, y los que peores resultados obtienen son lo de las clases medias-bajas. La segregación refuerza la distancia social, algo catastrófico. Con las actuales tendencias neoliberales, en Francia puedes llegar a tener la escuela de la República y las de los inmigrantes. Ésa es la tendencia observada en los Gobiernos conservadores en toda Europa, incluido el de Aznar.

P. ¿Qué hace un profesor ante esos alumnos no tan buenos o desmotivados?

R. Es un problema que no tiene una solución perfecta, aunque tampoco es irresoluble. A los buenos alumnos se les puede aportar medios para que progresen, pero a la vez no hay que descuidar, sino poner en primer plano que el resto de alumnos tenga un mínimo garantizado. Creo que, si se opta por la segregación entre unos alumnos y otros, tendrás una sociedad cada día menos integrada. Desde 1945 hasta 1980 en los países avanzados hubo una tendencia hacia la integración, al refuerzo de la igualdad, incluso con Gobiernos de derechas. Pero, desde 1980, la tendencia es la contraria. Considero que la escuela no debe responder a las leyes de la economía. Son los ejemplos de Escandinavia, Canadá y Estados Unidos, donde la apuesta política por la integración es clara y funciona bien.

François Dubet, en Bilbao.
François Dubet, en Bilbao.T. BERRUEZO

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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