La apabullante energía de Rammstein llenó de sonidos industriales el Festimad
La pirotecnia y los efectos visuales marcaron la puesta en escena del grupo alemán
Si la primera condición que debe exigirse a un cabeza de cartel de un festival de las características del Festimad es aunar interés musical y nivel de espectáculo, desde luego no podía haber mejores candidatos para cerrar la primera velada de la cita rockera madrileña que los teutones Rammstein. La banda de Till Lindemann ofreció ante más de diez mil espectadores, en cuyos rostros aparecían los rigores de un primer día lleno de diversión, una actuación de rock apabullante en la que las guitarras más hirientes se encontraron con los sonidos más maquinales dentro de un tenso ambiente industrial.
Dicho con este tremendismo, la cosa parece seria. Sin embargo, Rammstein no son en realidad una especie de cómic futurista puesto en pie sobre un escenario en el que pirotecnia y efectos especiales encandilan los ojos del espectador. Son, evidentemente, ideales para el gusto de los seguidores más jóvenes del rock, por su sentido del humor -negro- tan aguzado. Hay que tener en cuenta que el nombre del grupo es el de una ciudad de la antigua Alemania del Este en la que un terrible accidente de la aviación norteamericana, que estaba haciendo una exhibición aérea, costó la vida a unos ochenta espectadores. Así se las gastan Lindeman y los suyos.
Descarga de cohetes
En un escenario con una marcada ambientación metálica y en tonos fríos y con un espectacularísimo juego de luces, la banda irrumpió mientras una descarga de cohetería anunciaba las particulares fallas que suelen acompañar habitualmente la puesta en escena de este grupo. La banda exhibía unos uniformes tremendamente ajustados que resaltaban la musculatura de sus componentes y les conferían un imponente aspecto de autómatas. En cuanto al repertorio, giró en su mayor parte en torno a los temas de su último disco, Mutter, que ha permitido que su música se abriera a otras influencias, como puede ser la del tecno y que, en este caso, se evidencia sobre todo en las aportaciones del teclista.
A lo largo de la actuación, en la que el grupo volcó una arrolladora energía sobre el escenario, hubo emocionantes momentos en los que toda suerte de cohetes y fuegos de artificio estallaban sobre el escenario. En otro instante de la actuación el cantante y los dos guitarristas se lanzaban los unos a los otros imponentes bocanadas de fuego y hasta en uno de los momentos álgidos del show una enorme llamarada voló, siguiendo una guía, por encima de las cabezas de los atónitos espectadores. Hasta hicieron el numerito de montar a uno del grupo en un bote hinchable para lanzarle sobre las cabezas del público y recorrer así navegando por el enorme mar humano que llenaba a esas horas el recinto.
Una voz espectacular
Circo aparte, el aspecto musical de Rammstein fue más que correcto, jugando a ese papel de ofrecer otras caras de propuestas similares, como las que hacen Marylin Manson o Nine Inch Nails. El grupo, caracterizado por la espectacular voz de malo de la que hace gala Lindemann, alcanzó momentos gloriosos en temas como el coreable Du Has, la versión del tema de Depeche Mode Stripped o la magnífica y desasosegante Mutter. El público agradeció sobremanera la impecable actuación de Rammstein, que cerraba el capítulo de conciertos del día, y corrieron a resistir bailando toda la noche en la animadísma carpa dance, en donde a muchos les ha sorprendido el alba aún con algo de movimiento en el cuerpo.
Dos días, dos estilos
Teniendo en cuenta que el criterio de Festimad tiene algo que ver con el eclecticismo de los madrileños, este año ha habido dos días en los que las propuestas musicales eran bien diferentes, lo que ha fomentado el hecho de que mucha gente no se decidiera a acercarse al festival hasta bien entrada la tarde y para contemplar a alguno de los cabezas de cartel correspondientes. Esto se traduce en que en esta edición han funcionado casi mejor las entradas para cada día que los bonos de dos días. En ese sentido, a últimas horas de la tarde muchos madrileños cogían el coche y, ataviados de manera que nada tenía que ver con los rockeros que plagaban el recinto la noche anterior, se desplazaban hasta el Parque de El Soto de Móstoles para disfrutar de uno de los más esperados momentos del festival: la actuación de Jamiroquai. Al cierre de esta edición ya todo estaba preparado para la actuación de ese sucesor de Stevie Wonder que es el elástico J. K.
Babelia
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