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Columna
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Avestruces

Decía el escritor Manuel Rivas que 'la mirada del periodista tiene que ser literaria', es decir, que cuando escribe un reportaje lo ha de hacer con el cariño que se aplica al construir un cuento. Puede que tenga razón, porque un texto bien escrito, ya se trate de una crónica diaria o la simple descripción de un suceso, si emplea un lenguaje eficaz y seductor, si explota los maravillosos recursos de la lengua, no sólo comunica e informa sino que además deleita y cautiva. Son pocos los casos que uno encuentra cuando abre cada mañana el periódico, pero las veces que esto ocurre parece que la noticia en cuestión, más allá del contenido que trasmite, es un verdadero regalo para los sentidos. El último hallazgo lo sitúo en el pasado martes, cuando la periodista África Prado, en un diario alicantino, rotulaba su trabajo sobre los 26 avestruces abandonados en una granja de Aspe con el siguiente título: De plato de moda a carne de olvido. La muchacha, sin duda, además de obtener en su momento la correspondiente licenciatura en Ciencias de la Información, ha leído con toda seguridad a Luis Cernuda, a los románticos anglosajones y hasta puede que a Hölderlin. Y eso se nota o al menos aparece cuando alguien ha ido más allá del simple vademecum periodístico y se ha nutrido con lecturas y experiencias ilustradas. Pero la reportera sigue: 'Pasaron de gallinas de huevos de oro a gallináceas sin porvenir cuando la granja de Aspe que los criaba dejó de funcionar y los abandonó a su suerte'. Lo de huevos de oro suena a Bigas Luna y a cuento clásico, y lo de gallináceas a relato sudamericano tras la revolución narrativa de Rulfo. Hay, pues, sabor y estilo en la noticia, talento y destello. Quizá por eso me hayan interesado más que nunca la vida de los avestruces y el final feliz de esos plumíferos que hoy se pasean por el albergue de la Sociedad Protectora de Animales. Metáforas como 'carne de olvido' no pasan de largo ni caducan con la fecha de un periódico. Dejan en nosotros pequeñas cicatrices, como un enamoramiento, como el beso que me dieron no hace mucho y aún arde sobre el labio, ése que huele a ella y que perfuma por completo esta columna escrita, como Cernuda, entre la realidad y el deseo.

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