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VISTO / OÍDO
Columna
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De Jerusalén a Jersey

Se descubren ahora las inversiones millonarias y torcidas de la Iglesia española, pero es algo milenario y visible. Como sorprende ver prácticas sexuales en sacerdotes. Hay defensas de militantes y triunfantes que dicen que son excepciones. A mí la Iglesia me parece una institución rica, poderosa y sexual, como tantos papas y cardenales que han sido sucedidos por sus hijos: es Historia. Suyo es el refrán 'haz lo que digo y no lo que hago', que está recubierto de humildad, bondad y autocrítica. Es una buena disculpa, como otra que me explicó un católico profesional -y crítico de cine, y autor de teatro: José de la Cueva-: si el Papa vive en el Vaticano entre los más bellos y caros tesoros del mundo, hace un sacrificio: teniendo voto de pobreza, se ve obligado a estar en la riqueza, y sufre. Yo pensaba que era un sacrificio que me hubiese convenido pero, siendo no creyente, no podría alcanzarlo nunca: y así ha sido.

No olvidemos que, según la leyenda, cuando nació el fundador acudieron los reyes de Oriente, los Magos -magot, tesoro, suma de dinero amasada y escondida-, mientras los pastores le llevaban sus mejores ovejas, y los sacos de trigo, y los quesos. No parece que suceda eso con las Marías -Aixa, Fátima o Mariem- que atraviesan el duro Estrecho para que su hijo nazca aquí: los católicos las devuelven al hambre. Aunque me conmueve ver a un buen fraile tratando de cuidarlas y salvarlas. Eso es otra cosa: los eclesiásticos que se sacrifican por los demás, los que, pobres, están con los pobres. Recuerdo el tiempo de los sacerdotes obreros, con los cuales hablé mucho en París: terminaron prohibidos por la Santa Sede porque se convertían al comunismo, o cualquier partido obrerista, en lugar de convertir a los obreros. Y es que veían la verdadera pobreza, la humillación, el desastre de la condición obrera.

Todo viene de antiguo, todo está en las leyendas medievales, y está en los cuentos pícaros de Italia, Francia y España, las naciones que mejor han conocido esta desgracia. Y es muy posible que la expulsión de los judíos por Isabel la Católica fuera para quedarse con sus tesoros: Giralda o Alhambra.

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