Fuentes por Fuentes
A sabiendas de que vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Carlos Fuentes decide curarse en salud y aguardar la ceguera que se avecina iluminando la memoria que ahora fuerza para componer una singular biografía intelectual en forma de diccionario.
En Errata. El examen de una vida (Siruela), libro con el que el de Fuentes mantiene más afinidades de las que sus distantes formas permiten pensar, George Steiner asegura que 'el diccionario es el breviario del poeta' (página 45), y en el trasiego de la idea a la palabra por el que ha luchado siempre el incansable escritor mexicano, viene en su ayuda la forma de un alfabeto personal, en el que de cada letra cuelguen algunas ideas con las que reconstruir toda una vida, más de setenta años elásticos resumidos en cuarenta y un conceptos atendidos en su vasta obra y ahora revisitados.
EN ESTO CREO
Carlos Fuentes Seix Barral. Barcelona, 2002 358 páginas. 17 euros
En 'Yo' se vuelve a la cuestión de la identidad, la persona y la máscara, tan mexicana, que recuerda el conflicto interior de su personaje Rodrigo Pola en La región más transparente (1958). 'Belleza', 'Celos' o 'Mujeres' se asemejan a los pecios ferlosianos, suerte de aforismos prolongados por una glosa. 'Buñuel' es el texto con el que Fuentes viste de gala la palabra amistad, una de cuyas formas esenciales, nos recuerda, es 'saber estar juntos sin decir palabra' (página 40). 'Dios' pone el dedo en la llaga divina sirviéndose de un exquisito pastiche del diálogo humanista, mientras en 'Sociedad civil' surge la vertiente política de Fuentes, quien ejerce de Tiresias adivinando qué forma llegará a adquirir la América Latina del futuro liberada de tiranos y multinacionales, cuando se logre por fin 'devolverle el poder a la gente' (página 268). En 'Educación' regresa aquella idea fructífera de que 'las culturas perecen en el aislamiento y florecen en la comunicación' (página 70), que Fuentes aprendió de Paz y que ya había apuntado en Myself and Others (página 22), asegurándonos que 'no existen centros privilegiados de cultura, de raza o de política; que nada debe ser dejado fuera de la literatura porque nuestro tiempo es de restricción mortal'. Derribadas, pues, las murallas que preservaban la literatura nacional, es preciso aceptar sin reticencias que tal vez aquella 'literatura mundial' de Goethe cobre ahora su sentido en la literatura multicultural de la diferencia a la que Fuentes se refería ya en su Geografía de la novela (1993) pensando en los autores de la periferia colonial y en su contribución a reinventar la tradición, y a la que ahora regresa en 'La novela', afirmando que precisamente la novela puede entenderse hoy como 'la introducción de una civilización en otras' (página 203). 'Iberoamérica' y 'Velázquez' traen a la memoria las páginas de Terra nostra (1975) y de los ensayos de El espejo enterrado (1992), en su esfuerzo por contemplar el mundo hispánico desde ambos lados del Atlántico y a través de su historia, proclamando que 'somos mestizos, hijos del encuentro' (página 133). 'Revolución' nos devuelve sin duda el espíritu pero también la letra de La muerte de Artemio Cruz (1962). Retratos de Kafka y Faulkner, algunas de las fuentes de Fuentes, y las preciosas páginas de 'Quijote', que nos devuelven en miniatura las conquistas de su ensayo Cervantes o la crítica de la lectura (1972). Por fin, el tímido paseo por el hortus conclusus familiar en 'Familia' e 'Hijos', y el recuerdo de la muerte de su hijo Carlos, al que parece dedicarle las páginas elegiacas de 'Muerte', evocadoras de tantas consolaciones medievales y escritas desde la convicción de que sólo la palabra vence a la Parca.
'Llevo en mí, de un modo frágil, el amplio mundo: me ha sido confiado para el tiempo en que viva', confiesa Peter Handke en sus Fantasías de la repetición (Prames, 2000, página 84), desde una actitud de compromiso con el ancho mundo, el propio y el ajeno, compartida por Carlos Fuentes en cada una de las miles de palabras que componen su universo, reducidas aquí a cuarenta y una. En la secular tradición literaria de l'auteur par lui-même, el autor de Cambio de piel nos ofrece un libro crepuscular, con cierta querencia a la autocita, en el que sus lectores más fieles no alcanzarán a descubrir novedades, debiendo rendirse a la evidencia de que En esto creo es un viaje de regreso, y de que su lectura se verá enseguida transmutada en relectura. Quienes no se sientan próximos a su obra tendrán en cambio en este credo un camino despejado para acceder a ella. Unos y otros, en cualquier caso, disponemos con este diccionario singular de un hermoso viaje por palabras que pueden traernos la felicidad pero asimismo la desesperanza. De la voz 'amistad' a la voz 'xenofobia'.
Autobiografía y género
FUENTES HA ELEGIDO darle a su singular autobiografía intelectual la forma de un diccionario. Su elección nada convencional viene a sumarse a las extrañas formas genéricas que parece adoptar la autobiografía en las últimas décadas, liberada del tradicional relato veraz en primera persona. Cesare Pavese ensayó un truncado diario personal en El oficio de vivir (1952). Malraux construyó su mitología personal en Antimemorias (1967), y Norman Mailer convirtió su autobiografía en un reportaje, prototipo de novela de no ficción, Los ejércitos de la noche (1968). Vladímir Nabokov escogió en cambio enmascarar la autobiografía con la forma de una novela en ¡Mira los arlequines! (1974), libro que al mismo tiempo le inflige a su propio autorretrato Habla, memoria el castigo seductor pero cruel de la parodia. Nathalie Sarraute consigue en Enfance (1983) una extraña metamorfosis que convierte su autobiografía en un singular interrogatorio policial, mientras Claudio Magris aseguraba que El Danubio (1986) fue redactado 'con la sensación de escribir mi propia biografía', cuando en realidad El Danubio adopta por encima de todo la forma de un relato de viajes. Jorge Amado prefiere encajar sus memorias en el exiguo espacio de un dietario, y el resultado es Navegación de cabotaje (1992), Doris Lessing optó por las memorias desde Dentro de mí (1994), y hasta en el espejo de las caprichosas cartas escritas por Antonio Tabucchi en Se está haciendo cada vez más tarde (2001) descubrirá el lector buena parte de la personalidad del autor de Nocturno hindú, disfrazado de Narciso y puesto a la tarea de escribir una libérrima autobiografía epistolar con la voz de imaginarios álter ego.
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