Flotar
Ayer, mientras hacía el muerto en la piscina municipal terapéutica del barrio, fui poseída del todo, aunque no por un espécimen a lo George Clooney en tanga (más quisiera), sino por una revelación de índole pavorosa. Me explico: si en la vida te haces el muerto lo suficiente (un par de décadas o tres), llegarás al mismo sitio que si avanzaras haciendo crowl (encima sin esfuerzo): al punto de partida.
Después de haberme pasado lustros prefiriendo a los Doors, los Who, Janis Joplin y Tom Waits, el próximo día 25 voy a tener que zamparme el festival de Eurovisión, renacido y revitalizado, como si aquí no hubiera ocurrido nada en 30 años. Otra vez Luxemburgo: three points. ¡Cielos!, entre eso y la Maldición de Mette-Merit que asuela Europa en los últimos tiempos, hay para mosquearse.
Y es que nada realmente profundo ha cambiado. Por eso quienes gozan de mejor aspecto no son los tontos que creíamos que el mundo gira para adelante en la medida que movemos los pies en la misma dirección, sino los listos que se plantaron en la eternidad y esperaron a vernos caer fritos y con la lengua fuera.
Aunque útil a modo de símbolo, lo de Eurovisión es lo de menos. Mientras los idiotas braceábamos echando el bofe, los que hacían el muerto han conseguido: a) disminuir el número de parados por el sistema de no llamar así a los que no se muevan mucho buscando cualquier porquería de empleo; b) convertir la Constitución en un instrumento de parálisis similar al inexactamente llamado Movimiento Nacional de otras épocas, con la culminación de una Ley de Partidos que a la larga va a poder ser interpretada en clave de homologación por las bravas, por mucho que ahora sirva como coartada para empeorar lo que no se ha podido, sabido o querido resolver políticamente, y c) regresar al colonialismo por el procedimiento no ya de ocupar y explotar y reprimir países (esto se lo dejamos a Israel, que tiene bula bíblica), sino de colonizar a los inmigrantes, lo cual nos ahorra un huevo en expediciones y en cremas de protección solar, dicho sea de paso.
Dejen de dar brazadas, compañeros. Dedíquense a flotar como la mierda misma. Y no olviden tararear entretanto que estamos viviendo a celebration.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.