En memoria de García-Escudero
Hace apenas una semana leí en estas páginas la noticia del fallecimiento de García-Escudero. En los días que siguieron, esperé inútilmente una prolongación de la apresurada biografía que se escribe en estos casos. Encontré las cansadas trivialidades de costumbre, cifras de taquilla y los clásicos y amenazadores avances de la ola correspondiente a la larga y persistente invasión americana. En mi condición de antiguo y fiel lector, aunque permanentemente descontento, me enfadé y protesté al aire. A mi juicio, los notables de la sección practican este desdén en determinadas ocasiones y lo alternan con tópicos y fidelidades inmerecidas.
Pero, volviendo donde estaba, tengo que recordar que García- Escudero fue uno de los primeros que abogó por una visión de la realidad distinta a la ofrecida por la mentalidad gobernante. Como es sabido, ésta seguía una apolillada rutina conformista y ñoña en cuestiones religiosas, políticas y sociales, correspondiente en todo con la estrategia trazada desde el poder. La realidad quemaba y el cine procuraba alejarse. Garcia-Escudero destacó como escritor los primeros esfuerzos por cambiar aquel lúgubre panorama. Aplaudió a los arriesgados profesionales que se atrevieron a intentarlo.
Después, desde el cargo de director general puso en marcha una generación de cineastas, apoyó todo aquel proyecto que creía merecedor de ver la luz de las pantallas y luchó por ese cine y por las personas que pensaba que podían hacerlo. Abrió un hueco en el muro. En contra de un ideario y de unos principios que, paradójicamente, él ayudaba a sustentar. Así fue. Desde el recuerdo lo distingo, junto con otros, marcando un difuso sendero donde sólo había un terrero yermo y sin forma.
Esperaba que alguien le recordara y escribiera unas palabras sobre aquel tiempo cada vez más lejano. Siento que no haya sido así.
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