La utopía de las dos horas
Para los científicos se puede bajar de 120 minutos en maratón y los atletas demuestran que no
La víspera del maratón de Londres (el pasado 14 de abril), la comunidad científica, los expertos en la ciencia del rendimiento, estaba expectante. Haile Gebrselassie, quizás el mejor fondista de la historia, iba a debutar en la prueba de los 42,195 kilómetros. Un par de verdades de laboratorio (y de cálculo matemático) podrían, por fin, someterse a la prueba de la realidad. Una, la más arriesgada, decía que era fisiológicamente posible una sustancial mejora del récord mundial del maratón, tan sustancial como nada menos que nueve minutos, tan sustancial que la barrera de las dos horas se convertía en un mito del pasado. La segunda verdad, más lógica, es la que decía que el hombre capaz de esa gesta tendría que ser un africano especialista en los 10 kilómetros, capaz de bajar de los 27 minutos en los 10.000 metros, capaz de correr durante casi media hora al 100% de su capacidad, a algo así como a razón de 2.38 minutos el kilómetro. Ese hombre, evidentemente, no debería ser otro que Gebrselassie, etíope, el país de Bikila y Dinsamo, la tierra donde el maratón es una religión. Y si el récord del mundo del maratón ha avanzado a tirones, repentinos acelerones en algunos tiempos seguidos por años y años de inmovilidad, era debido, explican, a que los más grandes fondistas de la historia (Zatopek, Nurmi) nunca se había visto atraídos por el desafío. Y sólo cuando los grandes lo intentaban, que era de vez en cuando, la marca bajaba.
Por eso la expectación. Y por eso la especie de decepción pese a que el maratón de Londres de 2002 será considerado por muchos como el maratón del siglo, como la prueba en la que el marroquí Jalid Januchi batió el récord del mundo que él mismo poseía, 4s menos, dejándolo en 2h 5m 38s, como la carrera en la que los tres primeros, Januchi, el keniano Paul Tergat, otro prodigio de los 10.000 reciclado, y Gebrselassie, bajaron de 2h 7m. Pero, dicen los científicos, esto no puede ser así. Tiene que haber un hombre capaz de correr durante mucho tiempo y muy deprisa, que es el compromiso que exige el maratón.
A favor de Gebrselassie estaban los tres factores que, según el conocimiento actual, determinan la marca en una prueba de fondo: una alta cilindrada, una gran capacidad para mantenerse gran tiempo a un alto nivel de gasto (a más del 80%) y una gran economía de carrera. Además, añaden los que le conocen, otro carácter secundario jugaba para él: la gran capacidad de sufrimiento, la capacidad para aguantar el dolor que va, inevitablemente, unido a la superación de los límites. En su contra estaban la inexperiencia en una carrera de más de una hora (lo que, dicen sus consejeros, se reflejó en lo mal que se hidrató durante la carrera, por lo que acabó con calambres) y sus tendones, los extraordinarios y sensibles tendones que funcionan como un muelle, pero que no resisten la dureza del asfalto, el machaqueo constante, concéntrico, de los pies contra el duro suelo. Sin ese par de problemas, dicen, Gebrselassie habría bajado de 2h 4m. Un buen récord. Pero aún lejos de las 2 horas peladas, o del 1h 57m 48s que alguno ha calculado como marca fisiológicamente posible.
'Pero eso es imposible', rechaza Chema Martínez, atleta español que acaba de debutar en maratón (con una honorable marca de 2h 9m 55s) y que, como licenciado en INEF que es, es un estudioso de la prueba. 'El cuerpo humano tiene sus límites. Y para alcanzarlos hay que seguir avanzando mucho. Hay que avanzar sobre todo en el asunto del combustible, en el metabolismo de las grasas, hay que entrenarse en ayunas para enseñar al cuerpo a quemarlas a altas velocidades y no quedarte sin glucógeno. Hay que sufrir. Pero el avance es muy lento. Simplemente bajar un segundo por kilómetro hace que se te dispare el lactato, que las piernas no puedan más, que el dolor sea insoportable, que te tengas que parar. Sí, se puede bajar de 2h 5m, pero de dos horas, no, es imposible'.
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