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Tribuna:EL ESCUDO FRANQUISTA DE HACIENDA
Tribuna
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Vírulo y las águilas imperiales

Vírulo, el esplendido personaje con el que el poeta y diplomático bilbaíno Ramón de Basterra acompañó su peculiar deambular mundano, vive. Vírulo, el granviario/ el que gana sus jubileos/ peregrinando los asfaltos/ de la Gran Vía, de Oxford Circus/ o las catacumbas del metro. Y me contaba ayer estando en la plaza, en Moyúa, que van a cobrar para poder entrar, y que comienzan de inmediato la instalación de taquillas, junto a las salidas del metro.

'Mira', decía señalando hacia el norte, 'allí los Chavarri construyeron su palacio y hoy la gente sigue llamándolo el Gobierno civil. Realmente es como una momia, está hueco por dentro', me cuchichea, 'detrás de las persianas cerradas no hay nadie...'. 'Y allí', y se gira hacia el oeste, 'el hotel ese, fue en un tiempo la sede del Gobierno vasco, pero con la vuelta de la democracia, y para que se les notase menos, decidieron que era mejor estar en Vitoria-Gasteiz: corre el aire y hay mas horizonte'.

'¿Ves?', me dice Vírulo. 'Allí los Chávarri construyeron su palacio y la gente sigue llamándolo el Gobierno civil'.
Los símbolos muertos solo alteran a las personas que arrastran, incapaces, problemas con su propio pasado.

'El resto de la plaza', me dice girándose en redondo, 'como ves, todo son empresas de seguros, que ya sabes lo que esos venden, ¡nada!'. Sonríe con malicia, y afirma, agarrándome del hombro: 'Estamos en la plaza del humo. Así es, y ahora, como está un poco caído lo de los extranjeros que vienen al Guggenheim, van a montar un espectáculo aquí todos los sábados, al caer la noche, luces, humo y realidad virtual de esa'.

'Allá', me explica Vírulo con aire triunfal, señalando la mole pétrea del edificio de la Hacienda del Estado, '¿ves?, ¿para que crees que sirve ese edificio? ¡Para nada, también es una momia hueca! Por eso lo han limpiado entero, ¿ves que mono está quedando?, y por eso se han montado una milonga con lo del escudo de allá arriba, ¿lo ves?'.

Intento contarle que sí, que estoy enterado, que el escudo tiene una lógica arquitectónica con el conjunto del edificio, como dicen en el Ayuntamiento de Bilbao, que los símbolos muertos solo alteran a las personas que arrastran, incapaces, problemas con su propio pasado.

'¡Calla!', me corta. '¿Tú te conoces bien, por ejemplo, lo que pasó en la iglesia de la Merced, cuando andábais a comprarla y eso, que había quien se escandalizaba y tal? ¿Y qué pasó, eh?: luces, humo y rock & roll, que la gente se entretiene y así no piensa. Pues aquí lo mismo, psicología de masas se llama. Tú imagínate lo que va a ser, todo esto lleno de gente sentada en sus sillas de cervecera, abuelos, aitas y amas y los niños, la plaza a oscuras; de repente se encienden focos de colores que rastrean hacia el cielo, suena música de Wagner o de Arriaga, da igual, y entre las nubes se ve el anagrama del NoDo. ¿Te acuerdas, en los cines de antes?'.

Levanta las manos al cielo, en abanico, y me explica con ojos brillantes: 'Entonces, allá arriba se aparece la figurita del general de mala hostia y la gente empieza a chillar, a brincar, a aplaudir, cada uno lo que quiera, mientras el edificio se cubre de humo azul Bilbao y con gran estruendo el águila de piedra hace como que se cae, y sale volando sobre las cabezas de la gente, asustando mucho, da unas vueltas graznando horriblemente, y por fin vuelve a su sitio. El final, apoteósico, será realizar una votación popular, y según la alternativa que resulte ganadora, el águila queda puesto boca arriba o boca abajo, y hasta el sábado que viene, que haya otro espectáculo'.

Despierto. Alguien ha dejado sobre la cama el periódico del día. Me detengo en el titular de una noticia que cuenta no sé qué estupidez sobre otro nombre difuminado sobre un escudo, una exposición y un atleta que nunca imaginó su esfuerzo baldío, inútil, imposible un mundo mejor, invadido como está de discapacitados mentales.

Retorna el recuerdo de Vírulo. 'Al menos', me susurra al oído, 'aún queda alguien en nuestro Ayuntamiento con un mínimo de sentido común, digno de aplauso, esforzado atleta en un mundo irracional, ¡que les vacunen, por favor!'.

Y pienso en Ramón de Basterra, padre de Vírulo, acusado de tantas cosas en el Bilbao revuelto que le tocó también vivir. Un hombre culto, diplomático de carrera y viajado.

Hizo lo posible por entender su ciudad, sus gentes, su época. Murió aún joven y loco. Maniatado, y camino del manicomio que sería su última morada, gritaba: '¡Más motocicletas!'

Javier A. Muñoz es arquitecto y periodista.

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