_
_
_
_
_
Reportaje:

El monstruo del Río Tinto

La vieja cuenca minera de Huelva revela una desconcertante diversidad de especies adaptadas a condiciones extremas

Javier Sampedro

Los primeros seres humanos en explotar las inmensas franjas piríticas de la cuenca del Río Tinto, en Huelva, fueron los mineros del periodo calcolítico, que extrajeron de allí abundante cobre hace unos 5.000 años. Siguieron en esa línea los tartesos, los fenicios (que lo llamaron Ur-yero, o Río de Fuego), los romanos y los árabes, que lo dibujaron en sus mapas como 'Río Tinto de Azije'. Esta última palabra, que significa 'vitriolo', lo dice todo sobre este ecosistema único en el mundo: un paisaje marciano bañado por unas aguas rojas de extraordinaria acidez (pH 2) y unas concentraciones insoportables de metales venenosos. ¿Qué clase de biólogo querría meterse allí? La respuesta es: Ricardo Amils.

Amils y su equipo, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, de Madrid, llevan una década sosteniendo que las inhóspitas condiciones del Río Tinto no son el producto de 5.000 años de actividad minera, sino de un millón de años de evolución biológica, y hoy presentan en Nature, en colaboración con el Instituto Astrobiológico de la NASA, el último capítulo de esa enigmática narración. Hay miles de especies de microorganismos en el Río Tinto, pero la mayoría no son las esperables arqueas (unos microbios similares a las bacterias, pero adaptados a condiciones muy extremas), sino nuestros parientes más cercanos: los protistas, seres constituidos por una sola célula (como las bacterias y las arqueas), pero una célula de las llamadas eucariotas, como las que forman a todos los animales y las plantas de este planeta.

La enorme diversidad de especies eucariotas que han prosperado en esas condiciones extremas no sólo constituye una enorme sorpresa -Amils y su equipo han descubierto varios linajes eucariotas totalmente nuevos-, sino que 'implica que evolucionar para adaptarse a condiciones extremas debe de ser mucho más fácil de lo que se pensaba', según Amils. Por supuesto, toda esa diversificación evolutiva no ha podido ocurrir en 5.000 años de actividad minera, pero incluso el millón de años postulado por Amils para su evolución natural parece un tiempo muy corto, según los esquemas evolutivos convencionales. El Río de Fuego desemboca en un mar de preguntas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_