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VISTO / OÍDO
Columna
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Las éticas

La ética la impone el poder, desde la religión dominante hasta los códigos, la va modificando lentamente a su favor el ciudadano. Lo que se puede deducir de las democracias, siempre imperfectas, es ese esfuerzo que va desde las oposiciones y las ideologías a las revoluciones -de la Enciclopedia a la guillotina- en suavizar las condiciones de vida de los gobernados. Se está asistiendo a una inversión de esa ética o, con más claridad, en la balanza actual importa más la tesis del poder que la del pueblo, si se me permite usar la vieja palabra: ahora debería decir 'la sociedad civil'.

Estados Unidos retira su firma, o 'desfirma', del acuerdo para la creación de un Tribunal Penal Internacional para los crímenes de guerra, en contra del deseo de Europa y de nuestros éticos y moralistas. Me parece mejor, y más claro, dentro de su vieja norma del speaking frankly.

Será difícil llevar a ese tribunal a Sharon; y al mismo Bush o a sus militares por la destrucción de Afganistán. El recuerdo de Núremberg, al que apelo siempre, es el aleccionador: se ahorcó o se llevó al suicidio y a la cárcel a unos criminales de guerra nazis, pero los juzgaron los bombarderos atómicos de la población civil de Japón y de la destrucción de grandes ciudades alemanas. Ahora mismo, el tribunal que funciona en Europa contra Yugoslavia es el de los vencedores sobre los vencidos: como todos los siglos pasados, y quizá los milenios, o los millones de siglos.

Estados Unidos tiene la moral de la fuerza; tal cantidad de fuerza que puede permitirse negar la acusación de unos supuestos pacifistas contra sus aliados y para sí mismos. Las cosas, como son.

Conviene saber que el verdadero criminal de guerra es Bin Laden, si es que existe: y los especialistas están ahora examinando el ADN de los montones de cadáveres desconocidos en Afganistán. Y es posible -el mundo es truculento, por qué ha de negarse uno a serlo- que esté cobrando un buen sueldo de la CIA en Florida, con nueva cara y nuevo pasaporte. La reunión de Bush y Sharon pretendía el castigo de Arafat como el verdadero terrorista de Palestina / Israel: el atentado de ayer fue inmediatamente aprovechado por Sharon para sus tesis: el mismo Sharon que ha negado el acceso de una comisión de las Naciones Unidas a Yenín para dictaminar si ha habido exterminio, matanza o genocidio.

Si el dominio fuera de Arafat, el atentado suicida sería un heroico acto de defensa, y la destrucción por los tanques y los aviones de Israel, una forma de terrorismo.

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