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Un municipio donde residen muchos rumanos con profesiones cualificadas

Arganda se ha convertido en los últimos años en la localidad del sureste madrileño elegida por los inmigrantes rumanos para asentarse. Un total de 3.500 residen legalmente, y se calcula que hay otros 1.500 en situación irregular. Muchos de ellos han encontrado trabajo en el polígono industrial. Los rumanos que llegan a Arganda proceden principalmente del norte de Rumania, donde la mayoría de los ciudadanos pertenece a la Iglesia evangélica.

Según el Ayuntamiento, la mayor parte de los rumanos establecidos en el municipio posee título universitario. Entre sus profesiones figuran las ingenierías, la docencia y la arquitectura, aunque en Arganda suelen trabajan como albañiles, en espera de la homologación de sus títulos.

Anchidim Dumitru Ros, casado y con dos hijas, ha tenido más suerte. Es uno de los pocos inmigrantes rumanos que trabaja en lo que estudió en su país: carpintero electricista. Ros asegura que la gente en Arganda les trata bien, 'salvo algunos jóvenes de entre 18 y 22 años'. 'Algunas veces van con las motos y te insultan por la calle, pero yo creo que no es sólo contra los rumanos, sino contra todos los extranjeros', dice.

Carlos también es inmigrante, de Ecuador. Trabaja de vigilante y vive en Arganda desde 1999. Nunca ha tenido problemas con los vecinos de la localidad: 'Al contrario, me han ayudado. Y tampoco he escuchado ningún comentario contra los rumanos', señala. Juan Antonio, español de 26 años, equipara a los rumanos con cualquier vecino de Arganda. 'No tengo ninguna queja. Como el resto de ciudadanos, mientras no molesten...'. No piensa igual María José, de 29 años, una canaria que llegó a Arganda en 1980 y que, aunque no tiene nada contra los inmigrantes, se siente perjudicada laboralmente por los rumanos. 'Yo tuve que cumplir unos requisitos para encontrar trabajo y a ellos no se los exigen', asegura.

Brotes racistas

En 1987 hubo ya brotes de racismo en Arganda. Al principio se pensó que se trataba sólo de gamberradas protagonizadas por el grupo de los Blusones Negros durante las fiestas. Más adelante, los incidentes fueron aumentado hasta que, durante las fiestas patronales de septiembre de ese año, dos guardias civiles fueron agredidos por miembros del grupo. Poco después, el concejal Iván Zalve resultó también herido.

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Un informe policial daba cuenta en 1995 de la existencia de otro grupo violento conocido como Los Pastilleros. Algunos integrantes fueron juzgados por la muerte de David Martín, un joven que fue apaleado a la salida de una discoteca, si bien la sentencia no relacionó a este colectivo con grupos ultraderechistas.

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