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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tres santuarios de la antigua Grecia

LOS VISITANTES actuales de Epidauro no acudimos en busca de salud como hacían los peregrinos hace 2.700 años. A lo sumo, queremos tonificar el espíritu respirando los mismos aires que transportaban los mensajes curativos del dios Asclepio. Nos sentamos en las gradas del teatro, el mayor de aquella época y el de mejor acústica, y aunque no escuchemos los versos de los dramaturgos, sino las peroratas de los guías, pronto sentimos una placentera sensación de calma al contemplar, bajo un cielo completamente azul, un espléndido paisaje de naranjos, encinas y olivos.

A la mañana siguiente entramos en el complejo de Olimpia, que a esas primeras horas parece un jardín romántico con fustes de columnas confundidos con troncos de árboles, hierbas creciendo entre restos de cornisas y árboles del amor incendiando de rosa los rincones. Intento disfrutar sólo con esa conjunción aleatoria de geometría y naturaleza, pero al final siempre acaba uno identificando los templos, la palestra, el estadio... y meditando sobre el destino ruinoso de la ambición humana.

El recinto de Delfos, última parada de nuestro peregrinaje, se escalona por la ladera de un monte lleno de vegetación en las estribaciones del Parnaso. Ascendemos por la Vía Sagrada entre ruinas de monumentos votivos hasta el santuario donde Apolo, por boca de la pitonisa y de sus sacerdotes, dictaba el porvenir de los mortales. Una plataforma de piedras y seis fustes que parecen fósiles de gigantescos cipreses es cuanto perdura de aquel poderoso edificio. En el segundo escalón encontramos el teatro donde se honraba a Dionisos, que convivía ejemplarmente con Apolo en el mismo templo. Y en la parte más alta, al pie de un pinar y de una enorme pared de roca, se extiende un estadio que conserva muy bien la mitad de su graderío.

En Epidauro, los antiguos griegos buscaron la salud; en Olimpia, la inmortalidad, y en Delfos, el conocimiento del futuro. Hemos cambiado los lugares y las técnicas, pero compartimos con ellos las mismas preocupaciones.

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