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VISTO / OÍDO
Columna
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Contradicciones

Hoy recibe el presidente de la Comunidad: querría ir porque mi amistad proviene de su abuelo, que me protegió, y de su padre, que estuvo preso de Franco en el caserón que hoy es la sede de la Comunidad; pero no querría ir porque fue cárcel y cámara de tortura para los rojos: pasaba a veces por allí y oía los gritos de los maltratados, y en el periódico oía hablar a uno de los policías, Fermín de Miguel, que era guardaespaldas de Víctor de la Serna: 'Chico, tengo las manos destrozadas de tanto pegar'. No querría ir porque no soy autonomista, y menos de Madrid; pero querría ir porque en esa casa se proclamó la República del 14 de abril, con la Puerta del Sol inundada de personas con banderas republicanas, y se empezó una nueva era que duró poco (aunque ayer había quien llevaba por allí la bandera de aquel día para celebrar el Primero de Mayo).

No querría ir porque se ha elegido el Dos de Mayo como fiesta, y ese día Madrid rechazó a navajazos y a pedradas la llegada de los franceses, que llevaban en la mochila la bandera de la Revolución Francesa y cantaban La Marsellesa, que nosotros volvimos a cantar ese mismo 14 de abril de 1931, cuando todavía no sabíamos qué himno podía ser el nuestro. No querría ir porque desciendo intelectualmente de los afrancesados de ese día, como Goya, que tuvo que irse al exilio, más que del pueblo que prefirió a Fernando VII y gritó 'Vivan las cadenas', y restauró la bandera de los Borbones; querría ir porque estuvo la bandera republicana y el primer presidente, Alcalá Zamora, habló al pueblo, que volvió allí cinco años después para proclamar el Frente Popular, en el que me encuentro representado todavía. No querría ir porque de todos los nombres que ha tenido ese edificio de la Puerta del Sol se ha elegido el de Casa de Correos, que había sido antes; querría ir porque en esa Casa de Correos hacían guardia mis antiguos compañeros, no sé si el abuelo del presidente, para esperar las noticias que llegaban por el telégrafo, con el que no estaban aún conectados sus periódicos; como otros esperaban a la puerta del juzgado de guardia y corrían detrás del coche de caballos del juez, a veces muchos kilómetros, para tener noticia de un suceso. 'SRC', dice la tarjeta de invitación: se ruega confirmación. Confirmo, Alberto, que no podré ir. Me quedaré con la neurastenia de las contradicciones, que, si bien se miran, no son más que una misma emoción. Me quedo con la depresión, con la soledad: gracias a ellas no estoy abandonado. Me acompañaron el 1 de mayo, me acompañan el 2. En su fidelidad puedo creer.

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