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Columna
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Lo que hay

La realidad es un estado de shock permanente que se justifica a sí misma por la leyenda que lleva inscrita al dorso: 'Hoy te golpeo más que ayer pero menos que mañana'. Aun sabiéndolo, debo admitir que, aquejada por un agudo dolor de lumbares que se desencadenó mientras me enteraba de lo ocurrido en las elecciones del domingo en el país vecino, me resisto a considerar que, en el futuro, cada vez que me den un disgusto y me sobrevenga simultáneamente un ataque de vértebras me habrán hecho un francés.

Digo esto a modo de prólogo marxista de Groucho, ya que estoy que deliro, y lo que me tiene noqueada es el hecho de haber engullido la cafetera italiana, y no su contenido, cuando al desayunar ayer miércoles leí todo lo relacionado con la reciente visita a nuestro país del patético cantamañanas Simón Peres. En realidad, cuanto ocurrió en Valencia durante la reunión de los Quince (podrían ser seis, para lo que sirven), y también en Madrid, en donde se reunieron los miembros de la Internacional Socialista (ni ellos mismos saben cuántos son, pero creen que sirven), es miserable.

Pero si ingerí de golpe una cafetera italiana de acero inoxidable para seis no fue a causa del magno permiso para tomar un té sin pastas con Arafat que Solana obtuvo del siervo sentado a la siniestra de Sharon; ni debido a que Peres vaya por ahí declarando que está en el Gobierno israelí porque sin él todavía sería peor, mientras su Ejército se dispone a gozarla en Gaza como la goza en Cisjordania; ni porque insista en que la salvajada de Yenín es sólo un rumore, rumore, mientras Ariel lava más blanco su matanza aprovechando que los de la ONU son unos calzonazos y acatan sus exigencias.

No. Lo que me puso de los nervios y da la medida del pozo al que hemos descendido sin inmutarnos (superadas ampliamente la Ley de Murphy, dados los empeoramientos, y la Ley de Jehová, dado que el todo por ojo ha suplantado al ojo por ojo), fue que el susodicho Peres compareció en rueda de prensa enarbolando un ejemplar de El Jueves (con Sharon a lo nazi), como argumento probatorio del 'profundo antisemitismo que respira la sociedad europea'.

Qué nivelazo, dentro de la mugre moral y de la sangre.

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