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Crónica:NUESTRA ÉPOCA | INTERNACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Atlántico se ensancha a causa de Israel

¿Conseguirá la crisis de Oriente Próximo enfrentar a Europa y Estados Unidos?

Timothy Garton Ash

He pasado varias semanas en California y he asistido al horror de Israel y Cisjordania a través de los ojos de los medios norteamericanos. Éstos no son tan partidarios del Israel de Sharon como cree la mayoría de la gente en Europa. En la prensa y la televisión seria se ofrece una imagen clara de lo que les están haciendo a los palestinos. Y también figura en algunos comentarios. 'Con sus matanzas de mujeres y niños', escribía en un editorial reciente The Washington Post, 'su forma de torturar y aterrorizar a hombres desarmados, y su destrucción masiva de las propiedades y la dignidad de la gente en Cisjordania, el Ejército de Sharon está consiguiendo todo lo contrario de lo que se proponía'. Está dicho con bastante claridad, ¿no?

En Europa hay poca o ninguna comprensión ante la idea de Washington de que las acciones israelíes son parte de la guerra del mundo contra el terrorismo
Los comentaristas de EE UU creen que los europeos tienen una parcialidad vergonzosa en contra de Israel por motivos que consideran dudosos
Sin el holocausto europeo, seguramente, no existiría el Estado de Israel. La historia debe imponernos cierta humildad a la hora de dar lecciones de moral

Sin embargo, una cosa en la que sí parecen estar de acuerdo los informadores y comentaristas estadounidenses es en que Europa tiene una parcialidad vergonzosa en contra de Israel, y por motivos que consideran dudosos. Una información reciente de Steven Erlanger, el corresponsal del diario The New York Times en Berlín, comenzaba con la declaración de un miembro del comité que concede los Nobel de la Paz, que se refería a la concesión del premio, en 1994, al ministro israelí de Exteriores, Simón Peres: 'Ojalá fuera posible retirarle el premio'. Erlanger indicaba que no había expresado ese mismo arrepentimiento por haberle concedido el premio a Yasir Arafat.

'La observación', proseguía, 'es un ejemplo de la opinión europea sobre el creciente conflicto en Oriente Próximo. Las simpatías hacia Arafat y los palestinos, que siempre fueron considerables, han crecido todavía más, mientras que las críticas a Ariel Sharon e Israel se han hecho más ruidosas. Los incidentes antisemitas están en aumento, sobre todo en Francia, y en numerosas ciudades europeas hay previstas manifestaciones que provocan cierta ansiedad por la posible violencia'. Es una combinación sorprendente: como si las críticas a Ariel Sharon y los incidentes de antisemitismo fueran, por así decirlo, la forma suave y la forma extrema de una misma enfermedad europea.

El comentarista del diario The Washington Post Jim Hoagland, mientras tanto, achaca la actitud crítica de los Gobiernos europeos respecto a Israel a 'la dependencia del petróleo árabe, el sentimiento de culpa por el colonialismo y la preocupación por los grandes grupos de población musulmana inmigrante'. ¿Qué diría ante un análisis europeo de la actitud norteamericana respecto a Israel que terminara con 'y la influencia del lobby judío'? ¿Diría que es un ejemplo del antisemitismo europeo?

Malentendidos transatlánticos

Estamos ante el peligro real de una espiral de malentendidos transatlánticos. Yo no estoy capacitado para desentrañar los motivos e intereses del lado norteamericano. Y, en cualquier caso, Orwell nos enseña que lo más importante es ser honrados y autocríticos con nuestro propio bando. De forma que me voy a atrever a aventurarme en un campo minado y hacer unas cuantas afirmaciones sobre la postura europea que me parecen más o menos ajustadas a la realidad.

1. En Europa existe una enorme simpatía hacia los palestinos, se piensa que son un pueblo oprimido y desposeído que debería tener un Estado propio.

2. Existe un escepticismo considerable sobre Arafat, que rechazó su mejor oportunidad de lograr ese Estado en el acuerdo de 'paz por territorios' negociado por Bill Clinton. Este escepticismo está mitigado por la compasión que despierta su situación actual.

3. Hay poca o ninguna comprensión ante la idea de Washington de que las acciones israelíes forman parte de la 'guerra contra el terrorismo' mundial desencadenada a partir del 11 de septiembre. A los adolescentes de las brigadas de Al Aqsa que cometen atentados suicidas se les considera política y moralmente diferentes de los pilotos suicidas de Al Qaeda. Existe la opinión de que la política inicial de distanciamiento partidista del presidente Bush en el conflicto palestino-israelí es más responsable del desastre actual que todo lo que han hecho Sadam Husein o Siria.

4. Es verdad que las viejas simpatías pro árabes de las antiguas potencias coloniales en Palestina y Oriente Próximo contribuyen a la actitud que tienen los círculos relacionados con la política exterior, sobre todo en el Reino Unido y Francia.

5. Hay pruebas alarmantes de que el antisemitismo está reviviendo en la extrema derecha, especialmente en Francia y en zonas de Europa central y del este. Llevamos años leyendo noticias sobre la profanación de cementerios judíos. Hace unos días, una muchedumbre asaltó la sinagoga central de Kiev. Según el rabino principal, se oían gritos de '¡matad a los judíos!'. No está claro que estos sucesos estén relacionados con los acontecimientos de Oriente Próximo; muchos comenzaron cuando israelíes y palestinos parecían encaminados hacia la paz.

6. Hay un antisemitismo mucho más violento y claramente relacionado con el conflicto israelo-palestino en varias regiones del mundo árabe-islámico (y especialmente islamista). A través de nuestra población árabe y musulmana, ese antisemitismo tiene una presencia física, reducida pero violenta, en las calles y mezquitas de Londres, París y Berlín. A principios de este mes, en una calle de Berlín fueron atacados dos judíos con vestimenta ortodoxa. La policía alemana dijo que los asaltantes tenían rasgos 'meridionales', un eufemismo para designar a las personas de piel oscura, procedentes de Oriente Próximo o del norte de África.

7. Existe el sentimiento creciente de que la Unión Europea debería intentar utilizar su fuerza diplomática y económica para convencer a Israel de que retire sus carros de Belén y Ramala y regrese a la mesa de negociaciones con Yasir Arafat, independientemente de que Estados Unidos esté dispuesto o no a hacer lo mismo. La parlamentaria laborista británica Ann Clwyd escribió hace poco que la Unión Europea 'debe demostrar su temple y poner en práctica su propio plan, al margen de las objeciones o la intransigencia de Estados Unidos'.

8. Algunos europeos, sobre todo en la izquierda, son partidarios de esta idea, en parte porque significa que Europa haría algo distinto e incluso opuesto a los norteamericanos. No son antisemitas; sólo antiamericanos.

Motivos morales e históricos

Desde luego, estas generalizaciones son peligrosas en un lugar tan variado como Europa. Ahora bien, si suponemos que son más o menos ciertas, ¿qué relación tienen entre ellas? Yo creo que de la 1 a la 4 están estrechamente, orgánicamente, vinculadas, por así decirlo. La 5 y la 6 son bastante independientes, aunque es posible que algunos políticos europeos tengan siempre presente el miedo a una reacción árabe-musulmana en nuestros propios países. Eso nos deja la 7 y la 8.

Como es natural, Europa debe decir lo que piensa, pero creo que sería un desastre que escogiera precisamente este tema como punta de lanza de su independencia. Entre otras cosas, por un motivo moral e histórico. En otro tiempo, Europa fue el hogar de la mayoría de los judíos del mundo. Los europeos les asesinamos o les expulsamos. Sin el holocausto europeo, seguramente, no existiría el Estado de Israel. Aun en el caso de que el antisemitismo actual de Europa, tanto nativo como importado, no tenga nada que ver con nuestra política respecto a Oriente Próximo, la historia debe imponernos cierta humildad fundamental a la hora de dictar lecciones morales a los norteamericanos a propósito de Israel. No quiere decir que estemos descalificados para hacerlo, pero sí que debemos contenernos.

La segunda razón es de tipo práctico. Europa no tiene la menor posibilidad de resolver el problema de Oriente Próximo por sí sola. Debemos enviar nuestro propio mensaje de firmeza a israelíes y palestinos; pero pretender imponer por nuestra cuenta sanciones económicas a Israel, como pide Ann Clwyd, sería ridículo. Tales medidas sólo pueden ser eficaces si se hacen conjuntamente con Estados Unidos, el Estado que patrocina a Israel.

Existen muchos lugares en el mundo en los que podemos y debemos influir de forma decisiva sin necesidad de contar con los norteamericanos. En Bosnia. En Marruecos. Poniendo a Estados Unidos en un aprieto a propósito de la protección ambiental, o el libre comercio, o la creación de la Corte Penal Internacional. Pero Israel no es un buen punto de partida. Nos guste o no, nuestra principal labor en este caso debe seguir consistiendo en influir y complementar la política norteamericana, y no en elaborar una propia.

Una mujer palestina de Jenin se lamenta por la destrucción de su hogar.
Una mujer palestina de Jenin se lamenta por la destrucción de su hogar.REUTERS

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