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LA VENTANA DE MILLÁS

La abuela

Esto sucedía cada noche. Tres veces puntuales: a las dos, a las cuatro y a las seis. La figura de la abuela se aparecía al otro lado del pasillo y se acercaba a mi habitación. Antes de llegar hasta aquí se detenía, se paraba ante la puerta contigua, la del cuarto de baño, y se encerraba allí durante unos minutos. Luego salía y tomaba el camino de vuelta. Al principio tenía miedo. Me cogía en medio de la lectura de un libro o viendo una película. Pero me fui acostumbrando e incluso alguna vez dejé lo que estaba haciendo para hablar con ella. Esto sucedía cada noche hasta un día en que la abuela dejó de aparecerse. Ése fue el día en que murió.

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