El conde que apoya a la clase obrera
Lord Cadogan exige casas sociales en un solar de un selecto barrio de Londres
Antes, Inglaterra era un país en el que las clases sociales estaban muy claras: muy alta y muy baja. Apenas había medias tintas. La nobleza y sus allegados se reunían en clubes privados, donde bebían whisky y oporto, fumaban cigarros habanos, leían el Times y hablaban de política. El obrero disfrutaba en el pub bebiendo cerveza, jugando al snooker, lanzando dardos o leyendo los tabloides. Unos tenían el rugby; los otros, el fútbol. En aquellos tiempos sólo les unía la monarquía, el boxeo y la pasión por las carreras de caballos.
Ahora, en una Inglaterra dominada por las clases medias, las distancias sociales se difuminan y, aunque la miseria asoma por todas partes, algunos se preguntan: '¿Existe aún la clase obrera?'. De ese interrogante crucial, que deberá ser resuelto por un juez, depende el futuro de uno de los más valiosos solares del corazón de Londres, en el cotizado barrio de Chelsea, allí donde las boutiques alcanzan tal nivel de extravagancia que se permiten negarle la entrada a Madonna o cerrarle la puerta en las narices a Naomi Campbell porque ya es tarde.
El aristócrata, uno de los hombres más ricos del Reino Unido, quiere que se respete la voluntad de su abuelo
Charles Gerald John Cadogan, barón Cadogan, vizconde de Chelsea, barón Oakley, octavo conde de Cadogan, aún cree en la clase obrera. Por eso ha llevado a los tribunales a una empresa constructora llamada Dano Limited, con sede en Haslemer (Surrey), el paraíso de la emergente clase media. El conde, uno de los hombres más ricos del país, con una fortuna estimada en 1.350 millones de libras esterlinas (casi 2.200 millones de euros), sólo quiere que se cumpla lo que su abuelo dejó escrito al vender en 1929 ese solar de Chelsea: que sólo se pudieran edificar en él 'viviendas para la clase obrera'.
Cadogan, propietario hoy en día de unos 90 acres de terreno (365.000 metros cuadrados) en el barrio, ha denunciado a Dano para impedir la construcción de viviendas de lujo de tres habitaciones en ese solar de Chelsea Manon Road, que se venderán a razón de 1,5 o 2 millones de libras (entre 2,4 y 3,3 millones de euros) cada una. Es el precio habitual para una calle como ésa, a pocos metros de King's Road, a tiro de piedra de la muy coqueta Sloane Square.
Los dueños de Dano y ahora propietarios del solar dicen que el convenio firmado por el sexto conde de Cadogan ya no tiene valor 'porque la clase obrera ya no existe'. '¿Qué es hoy clase obrera?', se pregunta el abogado de la empresa. '¿Alguien que trabaja para vivir o alguien que se pone un pañuelo en la cabeza como si fuera una gorra y vive de la seguridad social?'.
Pero el conde cree que las condiciones impuestas por su abuelo siguen siendo vigentes y hay todavía mucha gente que necesita una vivienda digna y barata y que no puede pagar los precios que el mercado obliga a pagar en Chelsea.
La prensa le apoya y pone ejemplos más que sobrados. Ni siquiera recurren a los más explotados obreros del siglo XXI, los miles de inmigrantes legales o ilegales que aceptan cualquier trabajo y que viven en condiciones miserables a varias horas de camino de sus puestos de trabajo. O los jóvenes que cobran salarios basura en los restaurantes de comida rápida o en las modernas cafeterías creadas en cadena con tal precisión capitalista que la clientela no puede aliviar allí la hinchada vejiga, porque no hay urinarios porque no es rentable.
No. No hay que ir tan lejos. La nueva clase obrera británica son la legión de médicos, maestros, profesores, enfermeras o conductores de autobús que huyen del centro de Londres porque sus salarios no les permiten pagar los astronómicos alquileres de la mayor burbuja inmobiliaria de Europa. A ellos les vendría muy bien que el conde ganara su litigio y en el codiciado solar pudieran crecer unas solitarias y envidiadas viviendas a precio razonable.
'La necesidad de viviendas a precios razonables en Chelsea sigue siendo tan grande a principios del siglo XXI como lo era en el siglo pasado', ha declarado Stuart Corbyn, el jefe ejecutivo de Cadogan Estates, a la BBC. El conde está dispuesto a llegar hasta donde sea para defender la memoria de su abuelo y conseguir que perdure en el corazón de la especulación inmobiliaria una pequeña brizna de paternalismo. El caso llegará a los tribunales a finales de este año. Para entonces, la vivienda habrá vuelto a subir un buen pico en Londres. O quizá la burbuja haya reventado.
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