Los extremos se tocan
Valerón y la abundancia de buenos centrocampistas invitan al cambio de sistema en la selección
El asunto más interesante de la selección española está relacionado con la preponderancia del dibujo sobre los futbolistas, o al revés. El problema es crucial porque no sólo afecta a la estructura táctica que ha utilizado Camacho durante los últimos cuatro años, sino que incide en la titularidad de determinados jugadores, especialmente Valerón, de cuyos méritos para convertirse en una referencia del equipo nadie duda. Irureta le ha hecho descubrir a Camacho una evidencia que probablemente sospechaba el seleccionador desde hacía tiempo. Con todo lo gran futbolista que es, Valerón sufría con las obligaciones clásicas de los centrocampistas. A nadie se le escapa que su contribución defensiva es escasa por sus condiciones naturales. Y cuando Valerón trataba de responder con abnegación a las obligaciones defensivas, perdía por pura fatiga aquello que le caracteriza como a ningún otro futbolista español: su pasmosa claridad con la pelota. Irureta resolvió el problema con una solución sencilla: mantuvo su querido doble pivote en el medio campo y colocó a Valerón por detrás de Diego Tristán. El dibujo era el de siempre: 4-2-3-1, el mismo que ha utilizado Camacho desde que abdicó del rombo en el medio campo. A Camacho le parecía que un solo medio centro no podía asumir toda la carga defensiva en un equipo con dos delanteros (Raúl y el que fuera), un media punta (Valerón) y dos extremos que pretendía hacerlos pasar por interiores (Joaquín y Vicente ahora, Joseba Etxeberria y Munitis en otros tiempos).
Trasladado a la posición de segundo delantero, Valerón -probablemente el futbolista de la temporada- se encuentra en la selección con un muro infranqueable, pues Raúl ocupa el mismo lugar. Es ahí donde empieza a deslizarse el viejo debate sobre la prioridad en el fútbol: ¿sistema o jugadores? Es evidente que, en ocasiones, el debate no existe porque sistema y futbolistas calzan como un guante. Pero éste no es el caso.
En el sistema 4-2-3-1, Valerón y Raúl percuten de forma tan flagrante que uno de los dos no tiene sitio en el equipo. Evidentemente, Valerón. ¿Ofrece tantas garantías el sistema como para desprenderse de uno de los raros talentos puros que tiene el fútbol español? No, y no.
Camacho ha querido hacer virtud del juego por los costados. No le falta razón. Abrir el campo con jugadores capaces de desarmar a los rivales es una de las ideas básicas del fútbol. Y de las que mejor funcionan. Ahora bien, colocar a dos extremos es algo más que un enunciado, es un factor que condiciona al equipo. Supone privilegiar un aspecto muy concreto del juego en la confianza de que los dos extremos vayan a marcar diferencias por habilidad, desborde, pujanza... Si un entrenador se encuentra al Caniggia de sus mejores tiempos por un lado y al Giggs de toda la vida por el otro, o al explosivo Overmars del Mundial 98, no hay demasiadas dudas de que la apuesta merece la pena. Pero, ¿es recomendable depositar tanta confianza en Joaquín o Vicente, o en Joaquín y Munitis, o en Joaquín y De Pedro? ¿Garantizan la supremacía en un Mundial? ¿La garantizan hasta el punto de sacar a Valerón del equipo? Todos los datos indican que no, que de ninguna manera. Si acaso, se produce una temible paradoja: un sistema que privilegia a los extremos no encuentra a extremos que cumplan con las mínimas exigencias en un Mundial. En el caso de Joaquín, futbolista que apunta grandes condiciones, el campeonato le llega demasiado pronto, con apenas tres partidos en la selección y con el recuerdo de su pobrísima prestación ante Holanda. Por lo que se refiere a los otros aspirantes, nadie les ve capaces de imponerse en los costados frente a las mejores selecciones del mundo.
En estas condiciones, el sistema de Camacho parece inapropiado por su escasa funcionalidad. Se llega entonces a una de las célebres perogrulladas de Cruyff, maestro de lo evidente. Cruyff solía decir que 'los equipos tienen que aprovechar sus fortalezas'.
Por desgracia para Camacho, los extremos no son un punto fuerte en la selección. Como además, ni Joaquín, ni Munitis, ni De Pedro aseguran eficacia alguna defensiva, parece claro que no son ellos los que obliguen a determinar el dibujo del equipo. El dibujo debería forjarse en torno a aquello que distinga al fútbol español. Por ahí, sí sale una respuesta. Tanto Raúl, Valerón y Tristán han demostrado que son jugadores determinantes en sus equipos y que merecen disponer de un dibujo que les proteja. ¿Existe ese equipo? Sí. Es el que jugó en el segundo tiempo frente a Irlanda del Norte, donde Camacho por fin tuvo que aceptar la realidad del fútbol español. La realidad dice que no hay extremos de garantías pero que hay una espléndida colección de centrocampistas clásicos, con buen ojo para jugar, despliegue, capacidad de sacrificio defensivo, rigor táctico, llegada y gol. Cada uno con sus cualidades son Baraja, Sergio y Mendieta. Con la aportación del versátil Helguera -mejor defensa que centrocampista- y de Guardiola para poner la experiencia necesaria en una competición tan caníbal como la Copa del Mundo, España podrá explotar en el medio campo aquello que le falta en los lados, con la particularidad de permitir el ingreso de Valerón junto a Raúl, además de ganar en equilibrio defensivo y ofensivo. Es en el centro del campo, donde selecciones como la italiana echan de menos la calidad de nuestros mediocampistas, donde España tiene hacerse fuerte. Porque no podrá hacerlo con sus gastados defensas, ni con sus débiles extremos.
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