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Reportaje:

Córdoba, salsa con majado ilustre

Don Felipe recibe a los rectores y visita a pacientes de trasplantes y médicos del hospital Reina Sofía

La realidad, aunque parezca un sedimento sólido, se puede manipular a pellas, como el barro. Cada provincia andaluza, a falta de Huelva, ha ofrecido al Príncipe de Asturias una de sus decenas de posibles quintaesencias. La sustancia final, si aceptamos este modesto ejercicio de alquimia, será una de las muchas Andalucias posibles, entre ellas esa abstracción un tanto perturbada de la que han sido eliminados miles y miles de inmigrantes, como tuvimos ocasión de comprobar en Almería. Córdoba, ayer, se presentó ante el Príncipe con el siguiente menú: Baño de multitud en el pueblo de Lucena, encuentro con los constructores de muebles, visita a la cooperativa de lácteos del Valle de los Pedroches, saludos a rectores, a los investigadores y, en fin, a los médicos y pacientes de la unidad central de trasplantes del Reina Sofía.

A tales platos habría que añadirle una salsa elaborada con el majado que resulta de mezclar a golpe de mortero los nombres de los invitados que acudieron a la recepción en el Ayuntamiento y que contiene especias con tanto predicamento como el guitarrista Vicente Amigo, el cajero de Dios Miguel Castillejo (CajaSur), el cantaor Fosforito y el torero Manuel Benítez, El Cordobés, amén de representantes institucionales y presidentes de asociaciones de usos tradicionales.

A este cronista real, esto es, de la realidad preponderante, le quedó al final un buen gusto de la Córdoba representada sobre todo en la veintena de médicos que conversaron con el Príncipe en el hospital Reina Sofía (donde el año pasado se efectuaron 527 trasplantes y fueron aceptados 256 donaciones) y, en especial, en cinco pacientes, cada uno en nombre de uno de los programas, que expusieron sumariamente su experiencia. Quede para el recuerdo el caso de Pablo Muñoz García, un niño jerezano de 12 años que voluntariamente dilató su alta médica, después de un doble trasplante de corazón y pulmón, para saludar a don Felipe.

Los diez rectores de las otras tantas universidades andaluzas, incluida la Pablo Olavide y la Internacional de Andalucía, recibieron al Príncipe en el rectorado y, salvo desconocimiento o error, prefirieron abordar los datos estadísticos antes que los asuntos 'políticos' como el rechazo unánime a la LOU.

La formalidad y la discreción, como hemos comprobado a lo largo de siete jornadas, no es atributo exclusivo de rectores (el de Granada, por cierto, que ya saludó a Felipe de Borbón en su momento, excusó su ausencia). Después de la misteriosa desaparición de los inmigrantes magrebíes de Níjar y del olvido procaz de El Ejido durante la visita de don Felipe a Almería cualquier concesión a la diplomacia es un asunto menor.

Diplomática anduvo la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, en su intervención en el Ayuntamiento. Aguilar leyó un discurso bien construido, exigente sin ser reivindicativo y lírico sin caer en la elegía tabernaria. Reivindicó la remota ilusión de obtener la capitalidad cultura de Europa en 2016 (cuando todos, ay, hayamos sumado a nuestro currículo cinco trienios sobre los cumplidos) y describió a Córdoba como ciudad 'callada, que conserva todo su tiempo en la lejanía, como suya'.

Como ahora se estila entre los socialdemócratas, Rosa Aguilar trufó su intervención con todas esas graves y solemnes palabras que terminan en 'dad' y que tanta prosodia añaden a las frases: sobriedad, generosidad, hospitalidad, humanidad, prosperidad, unanimidad, igualdad y sociedad.

No dejó de ser chocante, sin embargo, que una alcaldesa que milita en un partido de honda raíz republicana tomara prestada una única cita y que eligiera a Juan XXIIII. Pío Nono al menos hubiera pasado por el nombre de un dulce: para el postre.

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