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Columna
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Cuatro nombres y un funeral

Uno clásico. Moncho Monsalve. Salvo milagro que dejaría lo de los panes y los peces como un suceso menor, no va a poder salvar al Cantabria Lobos, lo que no impide que la enésima vuelta de tan singular personaje sólo deje motivos para el sano regocijo. Moncho ha dado espectáculo, cosa que siempre es de agradecer. Hombre directo, carece de ese filtro que consigue que la mayoría piense demasiado antes de hablar o actuar, lo que finalmente provoca que casi todo lo que se ve y oye suene políticamente correcto. En Moncho no hay nada de eso. Sólo sinceridad, amor al baloncesto y pasión. Ante esto, qué más da lo demás.

Dos con retraso. Nacho Azofra. 500 partidos. El espíritu más libre del baloncesto español sigue al pie del cañón, y debemos celebrar que sobrevivan especímenes de otras épocas anteriores a la invasión de los jugadores-clones. Su presencia en la cancha nunca nos ha dejado indiferentes porque siempre hemos sabido que estando Azofra con la pelota, algo atractivo, sugerente o simplemente diferente podía ocurrir. Pocas veces ha existido una identificación tan directa de un jugador con un club. Lo bueno y lo malo de Nacho ha sido lo mejor y peor del Estudiantes.

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El Joventut se pierde otra vez

Tres con pasado. Jan Martín. El hijo de Fernando (lo seguirá siendo hasta que adquiera entidad propia) se acerca al centro del torbellino deportivo-mediático. Habla el Madrid, el Estudiantes, se especula con su futuro, pero el chaval no dice nada (o le recomiendan no decirlo). Tiene 17 años y a uno le empieza ya a picar la curiosidad de saber lo que piensa sin necesidad de intermediarios.

Cuatro con los billetes preparados. Raúl López. Gasol ha abierto un camino para los júniors de oro actuales y futuros que parecía cerrado por la supuesta necesidad de madurar antes de emigrar, teoría que algunos entrenadores (generalmente los implicados) se afanan en proclamar. Es más, crece la sensación de que cuanto antes te vayas para allá, aumentan las posibilidades de adaptarte mejor y con más rapidez a un universo tan radicalmente diferente. Perfecto. Pero esto no significa que el sueño de la NBA sea suficiente para romper cualquier compromiso contractual, que para eso se firman. Si te quieres ir, pasas por caja, pagas la indemnización y coges el avión sin problemas.

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