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Reportaje:MUJERES

Los corros anti-Berlusconi

La última cita fue ayer, frente al Ministerio de Educación, en el barrio romano de Trastevere. Miles de personas adultas formaron un corro gigante y, cogidas de la mano, dieron decenas de vueltas en torno al edificio, gritando consignas en defensa de la enseñanza pública y laica, escenificando una protesta que se ha hecho ya famosa en Italia, la de los girotondi (corros) en 'defensa de las libertades democráticas'. Una iniciativa que empezó de forma ingenua en Milán, en enero pasado, al margen de los partidos políticos, pero no apolítica. Al contrario. La idea surgió como respuesta a la apatía de la oposición de centro-izquierda an-te las primeras decisiones en materia de justicia del Gobierno de Silvio Berlusconi, dueño de un fabuloso imperio económico y principal inculpado en una serie de causas penales, de las que se ha defendido acusando a los jueces de perseguirlo por razones políticas. La idea de los girotondi, que encontró enseguida eco en Roma y otras 14 ciudades del país, invertebrada y espontánea como es, casi exclusivamente desarrollada por mujeres, ha provocado un verdadero terremoto en las cúpulas de los partidos de centro-izquierda, arrastrando a sus líderes a seguir la corriente poderosa de un movimiento polémico. Elogiados por sindicalistas e intelectuales, artistas y amas de casa, y denostados por el Ejecutivo, los corros han despertado pocas simpatías en algunos sectores de la izquierda, que los ha calificado de meros juegos 'infantiles'.

'La cacerolada no parecía adaptarse a la situación política italiana. Al final optamos por el corro, porque cogerse de las manos es un gesto cargado de simbolismo'
La idea de los 'girotondi', casi exclusivamente desarrollada por mujeres, ha provocado un verdadero terremoto en las cúpulas de los partidos de centro-izquierda

Conflicto judicial

Todo empezó en enero, con los plantes organizados en todo el país por los magistrados, en respuesta a la anunciada reforma de la justicia hecha por el Gobierno de Silvio Berlusconi, que prevé la separación de las carreras de juez y fiscal y una mayor sujeción de estos últimos al Ministerio de Justicia. 'La oposición política aparecía apagada, pese a que mucha gente como yo veía con indignación el intento anticonstitucional de acabar con la independencia de la magistratura', recuerda Silvia Bonucci, una de las promotoras de los corros, en Roma.

Bonucci, traductora e intérprete, de 38 años, no había militado nunca en un partido político, pero reconoce que en aquel momento sintió la imperiosa necesidad de actuar. Decidida a hacer algo, Bonucci organizó varias manifestaciones menores frente al Tribunal Supremo de Roma. 'Éramos unas cincuenta personas, todas amigas, y nadie nos hizo demasiado caso'. Más eco tuvo, el 27 de enero, el primer girotondo político realizado en torno al Tribunal de Justicia de Milán. 'Lo escogimos porque es el edificio símbolo de un principio democrático que se quiere vulnerar, la autonomía de la magistratura', dice Francesca Vecchioni, una de las organizadoras de la iniciativa milanesa.

Vecchioni, de 27 años, que se inicia ahora como periodista, tiene un historial político algo más activo que su compañera romana. 'De estudiante participé en el movimiento de las panteras, que tuvo cierta importancia antes del estallido de Tangentopoli', explica. En esta ocasión se trataba de llevar a cabo una protesta original, una manifestación simple y divertida, planteada casi como un juego, pero capaz de sensibilizar a la opinión pública 'frente al temor de que los principios constitucionales puedan saltar. Le dimos muchas vueltas a cuál podía ser la fórmula idónea. Pensamos en la cacerolada, pero no parecía adaptarse a la situación política italiana', dice Vecchioni. 'Al final optamos por el corro, porque cogerse de las manos es un gesto cargado de simbolismo'.

Cuando Bonucci se enteró por la prensa de que en Milán alguien había interpretado sus deseos con misteriosa perfección, contactó con el grupo de la capital lombarda y comenzaron los corros sincronizados, que poco a poco se han extendido a otras 14 ciudades italianas. Al éxito fulminante de la iniciativa, todo hay que decirlo, ha contribuido especialmente la presencia del director de cine Nanni Moretti en los dos primeros girotondi de Roma. Bonucci, que ha trabajado como traductora e intérprete para el director de La habitación del hijo durante ocho años, se limitó a ponerle en antecedentes de lo que se preparaba y Moretti se solidarizó. Su presencia no pasó inadvertida. Poco importaba si en el corro organizado en febrero en torno al Tribunal Supremo de Roma apenas se dieron cita unos pocos cientos de personas. Moretti estaba allí, y tras él fueron fotógrafos, cámaras de televisión y redactores. La noticia ocupó páginas enteras en los diarios italianos e internacionales.

En realidad, el trabajo de organización había corrido a cargo de un puñado de mujeres cansadas del inmovilismo de los partidos políticos. Gente como Eliana Minicozzi, Marina Astrologo, Silvia Bonucci, Laura Pace, Laura Arcangeli, Annamaria Cocchioni, Daria Colombo y la propia Francesca Vecchioni.

Menos teoría, más organización

Una mayoría al femenino. ¿Puro azar? 'No lo creo. Los hombres son más aficionados a los partidos políticos, necesitan formar parte de una estructura; a nosotras se nos da mejor organizar que teorizar', dice Bonucci. 'Se trata de hacer algo, y basta. El movimiento no ha cambiado ni se ha jerarquizado. Cada una hace lo que puede, así el trabajo está menos personalizado y todas somos más sustituibles'. Pese al éxito de la iniciativa, los girotondi tienen también sus espinas. Vecchioni lamenta que 'se nos haya tratado de instrumentalizar como si fuéramos un movimiento de izquierdas. Nosotros nos dirigimos a todos los italianos, de centro, de izquierda y de derecha, porque son las libertades democráticas, la Constitución, lo que está en juego'. Bonucci cree que los corros de protesta son de izquierda, 'en la medida en que están contra Berlusconi', pero sus razones y sus objetivos 'van más allá de la división entre izquierda y derecha'.

A los que miraron con indiferencia la primera concentración en torno al Supremo, quizá les pareció más comprensible el corro organizado a primeros de marzo en torno a las sedes de la RAI (radiotelevisión pública). Las cifras de participación así lo demostrarían. Frente a los pocos cientos del primero, en torno a la RAI se congregaron miles de personas. Y se esperaban muchos más ayer frente al Ministerio de Educación, en vísperas del debate en el Parlamento de una reforma de la enseñanza pública que retrotrae a la escuela italiana a los esquemas de hace treinta años, según el centro-izquierda. Pero ninguna de las organizadoras parece demasiado preocupada por la supervivencia de esta fórmula de protesta. 'Después de este corro nos daremos una pausa de reflexión', dice Bonucci. 'Habrá que ver si hay signos de agotamiento; hasta ahora nos hemos beneficiado de la originalidad de la protesta, pero la gente puede acabar cansándose'.

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