Del humor subversivo
LOS POETAS SATÍRICOS son ahora una especie escasa. En una época en que la literatura está regida por los entusiasmos del mercado y no por los de la política, es difícil encontrar autores que desde su poesía se burlen y hagan escarmiento, con ánimo subversivo, de las personalidades y las ideas dominantes. El descrédito casi absoluto de la política contribuye a esta ausencia de poetas satíricos.
No siempre, por supuesto, ha sido así.
En Latinoamérica, durante la segunda mitad del siglo XX, al calor de los entusiasmos revolucionarios, antes de la caída del muro de Berlín, hubo poetas que hicieron de la ironía, del humor, de la irreverencia y de la sátira, armas literarias para atacar a diestra y siniestra. Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975) quizá haya sido el más importante de ellos.
La vida de Dalton estuvo signada por los extremos y las paradojas: hijo natural de un millonario norteamericano y una enfermera salvadoreña, formado en un exclusivo colegio jesuita, precoz militante del partido comunista, preso en varias ocasiones durante sus años estudiantiles, exiliado largas temporadas en países tras la llamada Cortina de Hierro (Cuba, Checoslovaquia, Vietnam), sobreviviente de un secuestro mortal por parte del Ejército salvadoreño y de la CIA, propagandista e ideólogo de la lucha armada revolucionaria, finalmente murió asesinado por sus propios camaradas guerrilleros bajo la acusación de ser agente de la CIA.
La poesía de Dalton no tuvo mejor suerte: los grupos de izquierda y los comités de solidaridad se dedicaron a difundir sólo aquellos versos panfletarios y filocomunistas que dejan la impresión en el lector de que está frente a un escritor partidario más interesado en la propaganda que en la poesía.
Pero desde su primer libro de poemas, La ventana en el rostro (1961), pasando por el premiado Taberna y otros lugares (Casa de las Américas, La Habana, 1969), hasta la poesía póstuma agrupada en Un libro levemente odioso, El amor me cae más mal que la primavera y Poemas clandestinos, Dalton siempre mostró un pulso poético firme, una permanente voluntad de experimentación formal y de ruptura en el lenguaje. Su virtud provocadora procede de la tradición que va desde Catulo y Marcial hasta Villon y Quevedo, en tanto que por otro lado abrevó en la vertiente inglesa (la poesía de personajes de Yeats y Eliot, en especial) y en la vanguardia francesa (de Apollinaire a Saint John Perse).
Taberna y otros lugares, el libro de poemas más conocido de Dalton -aparte de la cubana, existen varias ediciones en Centroamérica y una en México-, es el que mejor sintetiza sus intereses y preocupaciones. Escrito en su mayor parte en la taberna U Fleku de Praga, dos años antes de la invasión de los tanques soviéticos, en este libro Dalton aborda sus grandes temas (la revolución, la cárcel, el amor y la bebida) sin dejar ídolo con cabeza: el movimiento comunista internacional, los obispos polacos, Churchill, Pablo Neruda, André Breton y Allen Gingsberg son algunos de los que reciben tajos de refilón por parte del poeta.
Poesía patibularia y dipsómana, rebelde e iconoclasta, esencialmente subversiva y autocrítica, embiste contra la impostura de su época donde quiera que la encuentre. 'Ponga usted a una honorable familia inglesa a vivir dos años en El Salvador y tendrá cuervos ingleses para sacar los ojos a quien quiera', reza el epígrafe de Los extranjeros, otro poema-conversatorio incluido en Taberna y otros lugares.
'Nunca pude contener la risa', dijo el poeta en una ocasión en que trataba de resumir su vida. Y luego de regresar clandestino a El Salvador para incorporarse a la guerrilla, meses antes de que culminara la conspiración tramada por sus camaradas para asesinarlo, escribió: 'Podéis juzgar / la catadura moral de un régimen político / de una institución política / de un hombre político, / por el grado de peligrosidad que otorguen / al hecho de ser observados / por los ojos de un poeta satírico'.
Horacio Castellanos Moya (El Salvador, 1957). En España han sido publicadas sus novelas La diabla en el espejo (Linteo), El asco (Casiopea) y El arma en el hombre (Tusquets).
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