Presos del pasado y del presente
Torreblanca destaca en los libros de historia como uno de los primeros barrios de Sevilla y que se desarrolló a partir de los asentamientos de los presos políticos del canal del Bajo Guadalquivir. El desarrollo y expansión del barrio se llevó a cabo por los familiares de presos del canal, los cuales levantaron sus chozas con el sudor de su frente y a golpe de trabajo y silencio. Ésta es la verdadera creación de un barrio obrero que empezó a crecer a finales del siglo pasado en torno a una fábrica de aceites y jabones, de propiedad privada, y que ya en 1870 figuraba en el censo oficial como un caserío compuesto por 81 habitantes.
La concentración de esta población en Torreblanca dio lugar a la constitución de un arrabal sin servicios mínimos (agua corriente, tendido eléctrico, saneamiento, etc.), cuyas precarias condiciones se mantienen hasta la Guerra Civil.
Ahora, a través de un proyecto de la CGT y la Universidad Pablo de Olavide, llamado El canal de los presos, se hace un homenaje a esa época de nuestra historia, para muchos desconocida, que comprende entre los años 1940-1962, y en la cual numerosos hombres se vieron obligados a trabajar de forma forzada, sin libertad y sin condición de ser humano, bajo el régimen franquista.
Durante años, los presos del canal de Torreblanca tuvieron miedo a hablar cuando llegaron a ser libres, incluso hoy una pequeña minoría representada por los hijos de los presos también se muestra con temor a reconocer que sus padres fueron presos. Afortunadamente, no todos son así, están también aquellos otros hijos, esposas y madres, que también fueron víctimas, que nos han contado cómo eran sus escalofriantes historias en los campos de concentración.
Hoy, en pleno siglo XXI, aquel barrio obrero, creado en condiciones de humildad, pobreza, marginación y con muchas carencias, sigue igualmente preso del pasado. Un barrio con más de 23.505 personas censadas y que sólo dispone de dos teléfonos públicos en la calle, que no posee ningún parque o zona verde de ocio, que no dispone más que de una línea de autobús (el 71) que nos conecta con la ciudad, un barrio en el que sólo existen dos semáforos y cuyas calles sólo se adecuan de alquitranado en épocas de elecciones.
Como veis, yo ciudadano de Sevilla, de Torreblanca, como tantos otros que viven aquí, con tan sólo 25 años también soy preso de mi propio barrio, presos por el Ayuntamiento de Sevilla, por las Administraciones, Junta de Andalucía, etc. Al fin y al cabo, presos del pasado y del presente, presos de ayer y de hoy... pero igualmente presos.
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