Huelga de autobuses
Este país no deja de sorprenderme, por un lado, y asustarme, por otro. Parece que, por eones que pasen, los seres humanos no nos civilizaremos jamás. Hasta hoy he defendido el derecho a la huelga por encima de todo. Creo que es la única forma que tiene el trabajador de defenderse contra los abusos del colectivo empresarial. He defendido la lucha del obrero para evitar la explotación y creo que sigue siendo un medio válido contra las injusticias laborales que se cometen. Sin embargo, hoy ha sucedido algo que me ha sobrecogido. ¿Realmente hay que luchar por encima de todo? ¿Incluso por encima de la vida de los escolares? ¿En qué estarían pensando los supuestos seres humanos que esta mañana han disparado con bolas de acero sobre autocares repletos de niños? ¿Dónde estaban los enlaces sindicales para evitar esos actos criminales? Eso es lo que me parecen, criminales, y no trabajadores ejerciendo su derecho a la huelga.
Alguien ha tenido que verlo, alguien debería avergonzarse de no haber impedido el atentado contra los escolares. Estamos pasando de la reclamación de los derechos del trabajador al terrorismo laboral. Ya no basta con molestar al empresario, ni siquiera con hacerle daño. Ya no basta con soliviantar a la opinión pública, ahora hay que agredir a niños inocentes para ganar 60 euros más al mes. Yo me pregunto y les pregunto a los trabajadores: ¿de verdad merece la pena atentar contra los autobuses escolares llenos de niños para luchar por nuestros derechos? Desde luego, los criminales de esta mañana deben de pensar que sí.
Por otro lado, se debería explicar el significado de las palabras. Si se respeta el poder ejercitar el derecho a la huelga, se debe respetar el poder obviar el mismo, pero, claro, una minoría perjudica a una mayoría; por ello, carguemos de estulticia nuestro hipotálamo y tiremos a dar, no importa quién sea, no importa quién caiga, da igual que nos carguemos a seres indefensos, a niños que no pueden defenderse de la barbarie que engendra la estupidez.
Sé que sólo unos cuantos ejercen el derecho a la idiocia circunscrito en el derecho a la huelga, pero si topáramos con alguien de esa calaña deberíamos ser nosotros mismos los que le paráramos los pies, porque mañana le puede tocar a tu hijo. No hay ningún alegato que pueda exonerar a un extorsionista de la vida, no existe ninguna excusa para este tipo de actos, y aquellos que los cometen deberían ser reos.
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