A Dios rogando y a Palestina dando
Fui a misa el domingo. El sacerdote habló de la fe de Mateo, del objetivo de la fiesta: María. Se oró al final, concretamente por la paz en Oriente Próximo, como en toda la Iglesia.
Sentí un vacío, más que nunca últimamente. Pocos jóvenes y señores, sólo señoras.
Al salir, encontré a unas amigas, hablamos de la artrosis, cuando vi la manifestación de muchos hermanos de los palestinos. ¡Qué cosas! Me despedí y fui a colocarme al lado de otros amigos, cuatro y dos niñas, no muchos.
Íbamos en hileras controladas, en cuanto al orden, por jóvenes con pañuelos palestinos, podían ser estudiantes. En una explanada del parque, indicaron un sitio para las pocas mujeres (peor para ellos). Se pasó a la palabra, alguien habló, y luego fue la traducción al castellano, sobre la tierra de las tres religiones, el respeto a las tres y un no para los maltratadores de los palestinos.
Pienso, después de medio siglo largo desesperado, qué más da que sean galgos. Lo que importa es que los vivos salgan de los refugios, los niños tengan otra operación colegio, y más... Para que esas personas vuelvan a pensar en clave de hermanos, esperen más de las palabras que del terror. Hay precedentes.
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