Crítica frívola
Formo parte de una de esas familias a las que Pedro Ugarte describe en su columna del sábado como conservadoras, contrarias a la inmigración, con buen poder adquisitivo, residentes en un chalet y, naturalmente, costeando los estudios de los hijos en colegios extranjeros.
La realidad es que tengo contratada una mujer ecuatoriana para el cuidado de mis padres y que estoy encantada por su dedicación y servicio. Le diré para su información que mis hijas estudian en un colegio público, que mis padres viven con nosotros en un cuarto piso sin ascensor y que yo no puedo darme el lujo de dejar mi puesto de trabajo para ocuparme de ellos (ellos cobran una única pensión de 74.000 pesetas). Ah, y que las cacas las limpio yo con mucho cariño, y le puedo asegurar que teniendo una madre con Alzheimer son muchas. Aquí está sentada, mirándome sin comprender que hablo de ella, por ella y que lo hago desde la indignación que me produce su frívolo artículo.
Y mi caso no es un caso aislado, por lo que le pido que cuando haga una crítica tan dura no se contente con una simple ojeada a un parque en una Semana Santa aburrida, sin haber podido disfrutar de unas merecidas vacaciones por 'un problema familiar'. Hay familias en las que ese 'problema familiar' forma para de su cotidianidad.
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