Nosotros, los enanos
Todo el mundo es bueno, pero a nosotros, los europeos, nos emociona recordar que en Salamina los griegos derrotaron a los persas, más que nada porque si los griegos hubieran caído bajo el despotismo oriental no habría existido la filosofía griega, los grandes dramaturgos ni los poetas que nos construyen tantos siglos después. Sin Grecia probablemente no habría democracia, ni tampoco Roma, y sin Roma seríamos unas tribus convertidas en una docena de países irrelevantes y oscuros. Somos europeos; amamos la vida ordenada, creativa y sutil del continente, sus mil ciudades bellas, sus músicos y escritores, sus artistas plásticos, tantas otras cosas. Somos europeos y a veces olvidamos que lo seguimos siendo,porque hubo soldados que nos defendieron. Porque, aunque nos desazone reconocerlo, sin una gran defensa no hay cultura, ni libertad, ni progreso. Y porque sabemos, tristemente, que ninguno verá desaparecer el odio, la rivalidad, los imperios, la injusticia. La Unión Europea es una enana en defensa, cada día más, y nosotros, que somos sus felices enanos, pronto seremos quinientos millones de personas que habitan un fecundo mosaico de estados-nación, estados-región, estados-comarca, estados-ciudad e incluso la Ciudad del Vaticano, que es un estado-barrio. No queremos perder esa diversidad. Sería nuestro suicidio. No queremos perder ninguna palabra de ningún idioma europeo. A fin de cuentas, todo acaba siendo literatura, y ahí nos plantamos. Pero no estaría de más que, al tiempo que nos hacemos universales defendiendo lo más propio, lográramos ser alguien en el mundo, buscar la paz con nuestro criterio. Avivar el sueño de que algún día seremos un único estado y una única política exterior, pero sin olvidar que para ello es necesario un ejército cualificado, eficaz y costoso. Bien lo saben Piqué y Solana, que fueron tratados a burlas y patadas por Ariel Sharon. Uno, que es pacifista, -¿quién no?- quiere una Europa que exista donde hoy no existe: en ese club donde sólo están USA, China y Rusia, por orden decreciente. Para no ser siempre los enanos de Washington.
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