Mondoñedo, bajo una nube
El 'parque temático' lucense de Álvaro Cunqueiro
Hay lugares que no hay. Lugares que estuvieron en el mundo de la gente, pero un día empezaron a perder consistencia, se hicieron transparentes y luego invisibles. Mondoñedo aún está en un punto entre este mundo y aquél, aún entre nosotros. Fui allí y una ardilla negra se me cruzó la carretera, y la radio informaba del estado de la mar, marejada en Fisterra, cuando entraba a la villa en un valle bajo una nube que ronda el lugar. Esto fue fortaleza obispal, duro muro de Roma frente a nobles degollados, Pardo de Cela, y labriegos oprimidos. Ahora catedral y templos están vacíos y sus campanas esparcen más melancolía que poder. Hoy todo Mondoñedo, con sus monumentos religiosos, es eso que llaman parque temático. El de Álvaro Cunqueiro (1911-1981), un escritor que tuvo un lado oscuro, pero que aquí muestra su ironía apacible.
Dicen que la literatura ha muerto, pero es muerta bien viva, y hambrienta. La literatura para nacer se alimenta de realidad, y luego, si se la deja, devora realidad. Como pasa en Mondoñedo, donde cada lugar lleva el apellido de Cunqueiro y placas y banderolas citan frases del escritor referidas a esa calle, a esa fuente, a esa tradición local. Esas frases, sacadas de sus artículos de prensa, son las que le dan hoy el argumento a este pueblo hermoso, poco habitado y lento.
La catedral creó su espacio enfrente para ser contemplada; dominante, su atrio pasó a ser una plaza. Pero esa plaza, tan asombrada por la fábrica de granito imponente y ojival, está hoy sometida sutilmente por una figura oscura sentada en un lateral: una estatua de Cunqueiro sedente contempla plácidamente catedral y plaza. Al principio, la figura pasa inadvertida, pero desde que se la distingue, en un lateral elevado, pasamos a adoptar su mismo punto de vista. Desde allí aquel espacio urbano es un espectáculo, un decorado, y nosotros, unos observadores. El punto de vista de la estatua será también el nuestro, veremos la villa no como los vecinos que la habitan, sino como turistas, voyeurs, escritores. A las nueve y media cantaron gregoriano los canónigos y beneficiados, pero no los hemos escuchado, son las doce del domingo y visitamos la catedral no para rezar, como esas cuarentayalgo personas, casi todas mujeres mayores, sino para contemplarla; somos turistas. Para contemplar pintura mural. El rosetón es magnífico, cinco metros de diámetro, pero en este día su luz es poca. Una anciana casi sorda mira sin ver al cura que desde el púlpito hila su sermón, premios y castigos, como en ese mural tras junto a la anciana: niños degollados, traspasados por lanzas aún en el pecho de sus madres. Una espléndida Degollación de los inocentes de finales del siglo XV; desde entonces todos los días son degollados inocentes, y ni esa anciana ni casi nadie, quizá ni el cura, saben el por qué, si es un premio o un castigo. En la pared del otro lado está san Pedro martirizado y entronizado, castigo y premio.
La catedral está fría, pero mucho más frío está, en un lateral, el Museo Diocesano y Catedralicio. El guía está envuelto en grueso abrigo y bufanda, y todo es poco, el museo atesora todo el frío de la historia, muerta y fría. Se amontonan piezas viejas, valiosas y curiosas, en espacios y vitrinas modestas, tan evidentemente viejo todo que uno pregunta por los presupuestos del museo. El guía explica que la Administración no ayuda; todos queremos ayudas de la Administración; este museo, también. Uno calza la gorra para el frío y recorremos el museo que guarda 8.000 piezas, 300 tallas de alabastro. Tanto alabastro inglés que llegaba por los puertos de la diócesis, O Ferrol, Ribadeo, puertos del mar Británico. Mascarones de barcos normandos, tallas románicas y prerrománicas, tapices, casullas, loza francesa y de Sargadelos, el despacho de fray Antonio de Guevara, que descuidó la contabilidad ocupado en redactar su Menosprecio de Corte y alabanza de Aldea. El patrimonio del museo encarna con entusiasmo en el guía, que celebra cada pieza con una exclamación de entusiasmo; aunque sea para este único visitante, él presenta con admiraciones consecutivas la epifanía del pasado esplendor obispal. Una vitrina de zapatillas primorosamente bordadas en oro, finos pies de obispos. Cómo debieron asombrar a aquellos labriegos descalzos o calzados con zuecos aquellas zapatillas polícromas. ¿Tendrían también cinco dedos aquellos pies, tendrían pezuña, serían humanos dentro de aquella magia?
Bronce románico
Una vitrina guarda una reproducción del báculo del obispo Pelayo Zamarico, bronce románico llegado de Limoges; el original fue vendido en 1934 para reparar el tejado. El poder se fue cayendo, la orquesta de cámara se deshizo a principios de los años sesenta. Todo cambia: desde el claustro, donde los monjes veían sólo cielo y nubes, asoman ahora las puntas de los inevitables eucaliptus que se acercan y las antenas de telefonía móvil.
Fuera, la nube que nos vigila salpica la plaza y la gente pasa ligera a recogerse en los soportales. Un guardia urbano contempla los puestos de venta de fruta y verduras, los taxis, mientras charla con vecinos de las aldeas que han bajado a la villa. Un escaparate aúna magia y ciencia, como corresponde aquí; bajo un letrero que reza: 'Exposición por la paz del mundo' están las fotos de un señor menudo vestido con túnica y sombrero de pico que dice ser la encarnación del mago Merlín, al que Cunqueiro imaginó viviendo por este país. Al lado, las publicaciones de un 'investigador mindoniense': Ante-parto y Post-parto en Vaca. El mago Merlín en persona sale ahora de su portal y se dirige a una farmacia, la magia hoy día es poca. Llueve ahora ciertamente, esa nube. La lluvia ha espabilado la gente y en la plaza queda únicamente Cunqueiro en estatua, la cabeza descubierta y gesto impasible, escucha el merengue del altavoz de la tienda de revistas.
GUÍA PRÁCTICA
- Se llega por la A-6. Entre Lugo y A Coruña, en Baamonde, se toma la N-634 hasta llegar a Mondoñedo.
- Hotel Mirador (982 52 14 09). Carretera N-634, kilómetro 592,5 (a 1,5 kilómetros de Mondoñedo). Habitación doble, 24 euros. - Hostal Padornelo (982 52 18 92). Avenida de Buenos Aires, 1. Mondoñedo. La doble, 30 euros. - Hostal Seminario (982 52 10 00). Praza do Seminario. Mondoñedo. Habitación doble, 22,47 euros. - Hostal Tropicana (982 52 10 08). Lodeiro Piñeiroa, 8. Mondoñedo. Habitación doble, 24 euros.
- A Taberna do Valeco (982 52 18 61). Os Muíños, 6. Mondoñedo. Menú del día, 6 euros. - Restaurante A Voltiña (982 52 19 03). Carretera N-634 (a 3 kilómetros de Mondoñedo). Menú, 6 euros.
- Oficina de Turismo de Mondoñedo (982 50 71 77 y www.mondonedo.com). - Fiesta principal de Mondoñedo: As San Lucas, cuyo día central es el 18 de octubre, día de la feria caballar, cuando las bestias bajan del monte por la calzada romana y el Barrio de Os Muíños y atraviesan el pueblo.
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