Infografías
Los enemigos del relativismo perdieron la batalla hace bastante tiempo. Era cosa sabida. Desde que el gremio de los perfumistas entró a saco en la poesía francesa ('hay otros mundos, pero están en éste') y los maestros del impresionismo se hicieron dueños de los Todo a Cien, el asunto no ha dejado de empeorar ni un sólo día. Shakespeare y un par de botas, a pesar de algún crítico tronante que se empeñó en mostrarnos lo contrario en el pasado siglo, han terminado en el mismo anaquel del mismo hipermercado.
Pero eso no era todo. Porque al relativismo le faltaba dar el gran salto hacia lo espiritual. Alcanzar esa fase superior desde la que, directamente y sin escalas, podremos alcanzar sin mayores esfuerzos ni trámites el reino de los cielos. Fue hace un par de semanas, en tiempo de pasión y de torrijas. El Papa aparecía infografiado en un periódico. No era un nuevo modelo de automóvil diseccionado en una doble página, desplegadas sus tripas de metal con todo lujo de detalles, incluido el generoso doble airbag, los cilindros en uve del motor multiválvulas o la inyección directa. Era otra cosa. Era un hombre vestido de blanco apoyado en un báculo. Era un anciano seriamente enfermo. Era el Papa Juan Pablo II convertido en un viejo cacharro conducido por alguna cuadrilla de locos, manejado hasta la extenuación, exprimido hasta el límite por pilotos suicidas (uno advierte en la Iglesia, en los últimos tiempos, una grave tendencia suicida). Era, en resumen, la palmaria y patética muestra de una ITV suspendida con todo el equipo, sin posiblidad de redención.
Ver el despiece humano del Santo Padre no parece que sea algo edificante (ni siquiera para quienes se oponen a su pontificado o, simplemente, viven ajenos a él). Convertir a Wojtyla en un sistema digestivo parcheado, un cerebro saqueado por el Parkinson, una fisura de cadera o una artrosis galopante es, me temo, todo un signo (infográfico) del tiempo en que vivimos. El periódico en el que despiezaban al Pontífice era, por cierto, un diario católico y no un tierno y vetusto libelo como los que patrocinaba Blasco Ibáñez.
En todo caso, desnudar el pellejo (aunque sea a través de un moderno y obsceno strip-tease infográfico) es más fácil y más llevadero que poner en pelota nuestras almas. Claro que los especialistas en infografía lo tendrían bastante más crudo para despelotar gráficamente el alma de un cristiano. Sería de gran ayuda conocer las entretelas de esos curas pedófilos que el propio Vaticano ha condenado hace menos de un mes. 'Algunos de nuestros hermanos', admitió el Papa, 'han cedido a las peores manifestaciones del mysterium iniquitatis'. Los portavoces vaticanos enmarcan estos abusos 'en el ambiente de pansexualismo y libertinaje sexual creado en el mundo'. Los portavoces de la fe oficial andan bastante bien de infografía, pero pésimamente de memoria. Aunque nos convirtiésemos todos en benedictinos y laborásemos de sol a sol, siempre habría algún dómine que nos preguntaría: '¿Con qué mano?'
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