Admiración y asombro
Leo en su sección, con admiración y asombro, acerca de la efectividad con la que los servicios de limpieza han actuado a la hora de limpiar las caras del alcalde que habían decorado los bolardos, señales y paredes de nuestro barrio. Causa verdadera impresión la rapidez de los empleados para reparar tamaño desatino. No era muy grata la visión de un rostro repetido tantas veces, cual apariciones de Belmez. Cerca, en la plaza de Tirso de Molina, punto de encuentro de uno de nuestros barrios más emblemáticos, los vómitos, los orines y las defecaciones de menesterosos, a los que se les permite habitar la plaza como si les hubiese sido donada a perpetuidad, perduran semana tras semana, sin que a ningún empleado de limpieza se le mueva el alma ni la manguera para poner fin a tanta mierda.
Tal vez si al lado de sus depósitos de excrementos pintaran la cara del alcalde rápidamente acudirían los cuerpos especiales de limpieza, y así mataríamos dos pájaros de un tiro. Por supuesto, nuestra petición no puede ir más lejos, porque ya ni nos atrevemos a que se obligue a los mencionados menesterosos a desalojar la plaza o servirse de ella cumpliendo unas normas mínimas de urbanidad. Lo hemos dejado por imposible. A estas alturas ni siquiera nos molestamos en llamarlo 'negligencia' o 'incompetencia'. Tales son las condiciones de habitabilidad del centro de una ciudad que por cien razones impulsa a sus residentes a poner cuarenta kilómetros de embotellamientos por medio. ¡Madrid, ciudad olímpica de la estulticia! ¡Living, Lavapiés, colega!
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