Prosa de una belleza mágica
'A los ocho años, Luis XIII hace un dibujo parecido al que hace el hijo de un caníbal de Nueva Caledonia. A los ocho años, tiene la edad de la humanidad, tiene por lo menos doscientos cincuenta mil años. Algunos años más tarde los ha perdido, no tiene más que treinta y uno, se ha vuelto un individuo, no es más que un rey de Francia, atolladero del que no saldrá nunca', escribió Henri Michaux, en Pasagges, libro al que Alejandra Pizarnik dedicó uno de sus artículos de crítica literaria publicado, en 1964, en El Nacional, de Caracas, y recogido ahora en el volumen de Prosa completa. La autora no reproducía gratuitamente en su artículo la cita de Michaux. Aparte de que no hay cita, ni frase, ni palabra gratuita, en toda su obra, la tragedia de Luis XIII niño que, al paso de los años, se convierte en mero rey de Francia nos remite a la lucha que centró la vida de Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936-1972): evitar el atolladero que, para cualquier creador de lenguaje, significa convertirse en escritor. En 'sólo' escritor, tras haber creído en el poder del lenguaje para nombrar la realidad y subvertirla, tras haber poseído el 'don de formular las palabras que fundan el mundo, que erige palabra por palabra un doble mágico del cosmos'. Como el Hugo von Hofmannsthal, de la Carta de lord Chandos, como Antonin Artaud, como Trakl, como Rimbaud -estirpe de poetas a los que Pizarnik pertenece-, la autora argentina se resistió siempre a perder ese estado primigenio (esa infancia de doscientos cincuenta mil años a la que alude Michaux) en el que el artífice de la palabra no utiliza el lenguaje sino que lo crea, es decir, no es un escritor sino un artista. Empeño que, en el caso de Pizarnik, late no sólo en su quehacer poético, sino también narrativo, como comprobará el lector de esta Prosa completa con edición de Ana Becciu, a quien, asimismo, se debe la edición de la Poesía completa de la desaparecida autora argentina, publicada hace un año por Lumen.
PROSA COMPLETA
Alejandra Pizarnik Edición a cargo de Ana Becciu Prólogo de Ana Nuño Lumen. Barcelona, 2002 315 páginas. 16 euros
En esta ocasión, Ana Becciu
nos ofrece una recopilación -la primera que existe- de todos los textos en prosa de Pizarnik, muchos de ellos inéditos, divididos en cinco apartados (relatos, humor, teatro, artículos y ensayos, y prólogos y reportajes) y ordenados cronológicamente. En los textos de los tres primeros apartados, los lectores de la poesía de Alejandra Pizarnik, cada vez más numerosos en nuestro país -y no digamos en Latinoamérica-, encontrarán, sin duda, correspondencias entra la prosa y la obra poética de la autora (motivos y elementos recurrentes entre ambas, como jardín, bosque, palabra, silencio, infancia, muerte...), pero, como bien señala Ana Nuño en su esclarecedor prólogo, conviene insistir en el hecho de que los relatos, 'tanto estilística como rítmicamente difieren de sus mal llamados poemas en prosa' y 'no pocos de ellos se inscriben en una tradición canónica en el ámbito literario francés que a la autora le era especialmente cara, y que tiene como figuras señeras, en su caso, a Lautréamont, Henri Michaux y Georges Bataille', aparte de -añade la prologuista- a André Pierre de Mandiargues'. Las palabras que Pizarnik dedica a los cuentos de Silvina Ocampo (en Dominios ilícitos) pueden aplicarse perfectamente a sus propios relatos: 'La extrema concentración de estos cuentos manifiesta el designio de abolir radicalmente las partes serviles del relato. Excluidos los intercesores de sentido nulo, todo aparece en primer lugar o, más precisamente, es el primer lugar'. Esta extrema concentración de la escritura, que apunta a la máxima concreción lingüística para extraer el máximo poder del lenguaje, constituye uno de los elementos esenciales de sus relatos y de su obra toda, consiguiendo efectos en verdad deslumbrantes. Los relatos protagonizados por la muerte, la niña y una muñeca (trío que aparece con frecuencia) son de una belleza mágica. Así, el titulado Devoción, en el que la muerte y la niña toman el té en el jardín, debajo de un árbol, y la muerte, acosada ante los reproches de la niña por las incorrecciones de la lógica del lenguaje en las que incurre, no tiene más remedio que disculparse diciendo: 'Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada'. 'La muñeca abrió los ojos'. Y 'a tiempo y no', en el que las mismas protagonistas (muerte, niña y muñeca 'qué bida!, dijo la muñeca que aún no sabía hablar sin faltas de ortografía') se dirigen a ver a la reina loca y acaban tomando el té, a la hora del crepúsculo, mientras aguardan a Maldoror 'que había prometido venir con su nuevo perro'. En una nota a pie de página, Ana Becciu nos informa que este último relato citado estaba destinado a constituir una de las cuatro partes de un libro que Pizarnik planeaba escribir en homenaje a Alicia en el país de las maravillas. Esa devoción por Carroll centra el relato titulado El hombre del antifaz azul; aquí, en lugar del famoso conejo blanco, es un hombrecillo con antifaz azul quien va de un lado a otro exclamando: 'Los años pasan, voy a llegar tarde' y, en lugar de sacarse del bolsillo un reloj, saca una pistola a la que consulta la hora.
Los textos pertenecientes al
apartado de humor ofrecen un aspecto del genio literario que sorprenderá al lector influenciado por la imagen tópica que un supuesto suicidio y una serie de depresiones convertida en locura por la prensa cultural amarilla ha forjado de Pizarnik. Estos textos -y los que aparecen en el capítulo de artículos y ensayos- son lo más alejado del arrebato y de la inspiración. Todo es indagación de lenguaje e intencionalidad transgresora. 'Aquí estamos en el laboratorio mismo de su escritura', se dice en el prólogo. Los personajes de estos textos (valga La bucanero de Pernambuco como máximo exponente) son, como los Queneau o Roussel, criaturas puramente verbales, y ni ellos ni sus actos tienen referencia fuera del mismo texto: están y acontecen sólo por obra y gracia del lenguaje que los sustenta. Parafraseando a la propia autora cuando habla del humor de Borges y Bioy, su operación consiste en presentarnos algunos elementos familiares del lenguaje dentro de un contexto que los vuelve desconocidos, y en deshabituarnos bruscamente del lenguaje familiar que de pronto se vuelve 'otro', es grotesco o delicioso o absurdo, 'nos hace reír, pero también permite descubrirlo'. Jugando con refranes y frases hechas, con citas literarias, trastocando su sentido, inventando palabras, la autora juega y altera también con sus significados hasta dar con otros nuevos que apuntan a la transgresión, a la corrosión de la vida considerada como hábito y alineación.
Este humor alcanza su máxima y terrible profundidad metafísica -la autora analiza el 'humor metafísico', el propio de la literatura contemporánea, en el artículo dedicado a Cortázar- en Los perturbados entre las lilas, obra de teatro digna de figurar entre lo mejor de Alfred Jarry, Ionesco y Beckett. Segismunda ('es verdad que renuncié a ser persona. No obstante, vivo'), Carol ('no hacemos nada, pero la hacemos mal'), Macho y Futerina conviven en un decorado plásticamente inspirado en De Chirico ('menos mal que vivimos en esta casa, parecida a una plaza de gran belleza metafísica'), en el que se mueven montados en triciclos (Remedios Varo).
Cortázar, Breton, Pierre de Mandiargues, Octavio Paz... son los autores a cuyas obras dedica Pizarnik artículos aquí recopilados y que constituyen una auténtica poética literaria que arroja no poca luz sobre su propia escritura. Los textos aquí reunidos conforman un volumen extraordinario.
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