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Reportaje:MÚSICA

La magia de la batuta

La historia moderna de la interpretación musical está marcada por la personalidad, el temperamento y los caprichos de los directores de orquesta. Pioneros como Hans von Bülow, Hans Richter y Herman Levi, entregados con fervor a la música wagneriana, fijaron a finales del siglo XIX las pautas por las que habría de discurrir, a golpes de talento y divismo, el arte de la batuta hasta nuestros días. Una nueva colección discográfica publicada por los sellos IMG Artist y Emi -Grandes Directores del Siglo XX- muestra la imponente huella de legendarias batutas que han forjado las señas de identidad de las más importantes escuelas de interpretación del pasado siglo.

Batutas con carisma conviven armoniosamente en el retrato sonoro trazado por la colección Grandes Directores del Siglo XX en los 15 dobles compactos de generosa duración y precio económico que forman su primer lanzamiento. La serie reúne material procedente de los fondos de catálogo de diversas multinacionales -Sony, Decca, BMG, Philips, Deutsche Grammophon y Emi- en parte inédito, especialmente en el caso de las grabaciones en directo procedentes de archivos radiofónicos. Piezas del gran repertorio y rarezas que sorprenderán a los más bregados coleccionistas se dan cita en los programas consagrados monográficamente a cada batuta.

El inolvidable Ataúlfo Argenta (1913-1958), la más genial batuta española del siglo, protagoniza uno de los más atractivos volúmenes de la colección. El histórico programa dedicado al gran músico de Castro Urdiales -su trágica muerte en 1958 truncó una prodigiosa carrera internacional- rescata una fabulosa versión de la Sinfonía Faust de Franz Liszt, grabada en 1955 en París con la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio; una memorable versión de El amor brujo, con la misma orquesta y Ana María Iriarte, grabada en 1951 en el Teatro de los Campos Elíseos. El doble compacto incluye además versiones de la Alborada del gracioso de Ravel y la Sinfonía número 9 de Schubert con la Orchestre des Cento Soli, grabadas dos años antes de su desaparición.

El polaco Carl Schuricht, el austriaco Erich Kleiber (1890-1956), padre de Carlos Kleiber, y los alemanes Fritz Busch (1890-1951) y Bruno Walter (1876-1962) ilustran la última época dorada de la escuela germánica que triunfó en la Europa de entreguerras. Las cuatro batutas están representadas en su mejor repertorio: Schuricht, con la Octava de Bruckner y la Inacabada de Schubert, al frente de la Filarmónica de Viena; Kleiber dirigiendo un año antes de su muerte a la Filarmónica checa, con una fantástica Pastoral de Beethoven; Busch, también en su última etapa, dirigiendo obras de Brahms, Mendelssohn y Mozart con la Filarmónica de Londres y con la Sinfónica de la Radio Danesa, y Walter, en su repertorio más querido -Mozart y Brahms-, con las Filarmónicas de Viena y Nueva York.

La colección busca un equilibrio entre las figuras emblemáticas, de las que existe amplia discografía, y grandes personalidades hoy poco o mal conocidas por los aficionados. La lista de históricos con abultadas discografías en el mercado incluye al suizo Ernest Ansermet (1883-1969), titular de la Suisse Romande, representado con un programa de autores rusos y franceses, y dos grandes representantes de la escuela húngara: Ferenc Fricsay (1914-1963) y Eugen Ormandy (1899-1985), alma del legendario sonido de la Orquesta de Filadelfia.

La Sinfonía número 9 de Shostakóvich y las Metamorfosis sinfónicas sobre un tema de Webern de Hindemith figuran en el retrato discográfico de Fricsay y su inseparable Sinfónica de la Radio de Berlín. De Ormandy se rescata una estupenda versión de la Sinfonía número 2 de Rachmaninov e In Sommerwind, de Webern, naturalmente con la Orquesta de Filadelfia.

La gran escuela rusa está re

presentada por Nikolái Golovanov (1891-1953), artífice de una estupenda Sinfonía número 6 de Alexander Glazunov, grabada en 1952 con la Sinfónica de la Radio de Moscú, en un programa que incluye varios poemas sinfónicos de Liszt. Otro genial ruso, estrechamente ligado a la vida musical española, fue el inolvidable Ígor Markévich (1912-1983), representado en la colección con un programa en el que destacan la Sinfonía Manfred de Chaikovski, con la Sinfónica de Londres; La Mer, de Debussy, con la Orquesta de Conciertos Lamoureux, y la rapsodia España de Chabrier, con la Sinfónica de la RTVE, grabada en Madrid el 31 de diciembre de 1966 en la más gloriosa época del conjunto sinfónico madrileño.

Otro legendario director ruso, Serge Koussevitzky (1874-1951), que pasó a la historia por su espléndido trabajo al frente de la Sinfónica de Boston, protagoniza un volumen que incluye la Sinfonía número 3 del estadounidense Roy Harris, grabada en Boston en 1939, y rescata interpretaciones de obras de Sibelius y Beethoven realizadas en los años treinta con la Sinfónica de la BBC y la Filarmónica de Londres.

El checo Karel Ancerl (1905-1967) ilustra el color, la suntuosidad y la brillantez de la escuela nacionalista checa. Una soberbia versión de la Sinfonía número 8 de Dvorák, con la Orquesta del Concertgebouw; la Sinfonía número 5 de Martinu, con la Sinfónica de Toronto, y el poema Moldava de Smetana, con la Sinfónica de Viena -en grabaciones de los años setenta-, destacan en una selección que incluye grabaciones con la Filarmónica Checa de compositores como Vitezslav Novák, Isa Krecji, Otmar Mácha y Janácek.

Como representante de la escuela nórdica figura otro intérprete de origen ruso, Nicolái Malko (1833-1961), que trabajó estrechamente con las principales orquestas de Dinamarca. Curiosamente, el programa rescata sus mejores grabaciones con la Philharmonia de Londres -sinfonías de Borodin, Prokofiev y Dvorák- realizadas en los años cincuenta.

La escuela francesa de dirección orquestal queda representada formidablemente por André Cluytens (1905-1967) -obras de Berlioz, Ravel y Debussy al frente de la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París y la Philharmonia de Londres-. De la escuela británica sólo figura el gran John Barbirolli (1899-1970), del que se rescata su última grabación mahleriana, una poderosa versión de la Sinfonía número 2 con la Sinfónica de la Radio de Stuttgart, y Helen Donath y Birgit Finnila como solistas vocales, grabada en 1970, y unas inspiradas Variaciones Enigma, de Elgar, grabadas en 1957 con la Hallé Orchestra.

Cuestión de carisma

LA FIGURA del director de orquesta sigue ejerciendo una singular fascinación en el público. La apasionada entrega de Gustav Mahler, el magnetismo de Artur Nikisch, el refinamiento de Félix Weingartner o la energía de Willen Mengelberg, acabaron perfilando decisivamente la identidad sonora de tres de las orquestas más poderosas del mundo: las Filarmónicas de Berlín y Viena y la del Concertgebouw de Amsterdam. Las batutas, ciertamente, no suenan, pero con ellas en la mano, el rito de la interpretación se activa y los directores exploran las innumerables formas de traducción sonora encerradas en los límites de las partitura. El mundo del disco permite conocer las interpretaciones más diversas que puedan imaginarse del gran repertorio. Un abismo de emociones separan, en la teoría, las lecturas disciplinadas y objetivas de Arturo Toscanini, Erich Kleiber y Weingartner, de las versiones más libres y personales de Wilhelm Furtwängler, Leopoldo Stokowski o Mengelberg. La realidad, sencillamente, es que las distancias a veces no son tan grandes y las opciones convergen en una misteriosa fuerza expresiva que nace en definitiva del carisma del director.

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