Un equipo sin perfiles
El Madrid perdió en Múnich ante un mediocre Bayern. Eso habla especialmente mal del Madrid, que sólo remató tres veces contra Kahn, un amigo en el gol de Geremi. Fuera de esa jugada, no hubo ataque, ni ganas de hacerlo. Y era el día perfecto para acabar con el equipo alemán, desconcertado durante la primera parte. Eso lo habría advertido un buen equipo, pero no este Madrid, que no es carne ni pescado. Cuando gana y cuando pierde, no se sabe a qué juega. No tiene la seguridad, ni probablemente los jugadores, para hacer de la posesión de la pelota un arma disuasoria. Como no cambia de velocidad, su rumia acaba en los tres cuartos. No hay cambios de velocidad, ni desmarques, ni sorpresa. Todo queda reducido al detalle de tal o cual jugador, pero reducir el fútbol a detalles es tirar una moneda al aire. El Madrid lo pagó en Múnich. Cuando pudo ganar el partido, no lo ganó. Cuando tuvo que defender el resultado, no supo hacerlo. Si el equipo se ha vuelto plano en el ataque, tampoco es un ejemplo de eficacia defensiva. Nunca lo ha sido, así que le tocó sufrir de lo lindo frente a un rival que respetó sus viejos códigos: pelotazos frontales, búsqueda de rechaces, mucho cabezazo y la sensación de que sube la marea. En definitiva, el juego más viejo y predecible del mundo. Pero funcionó contra el Madrid porque no se arbitró ninguna medida para desactivarlo. De la misma manera que el Bayern supo utilizar el recurso que le convenía, y el único del que dispone, el Madrid no consiguió oponer ninguna medida. Ahora mismo es un equipo que se defiende mal, ataca mal y no tiene un perfil definido. En fin, un equipo cada vez más vulnerable.
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