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Columna
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Llamadas a la cuestión

El sesgo que han ido adquiriendo las sesiones de control al Gobierno del Pleno del Congreso de los Diputados hace muy recomendable a los señores del Partido Popular que cuiden la prepotencia enajenadora de voluntades, eviten el extravíncere siempre contraproducente, prescindan de los excesos propiciadores de toda suerte de animadversiones, controlen la arrogancia generadora de hostilidades, distingan con cuidado entre el vencer y el convencer, ahorren la propensión a humillar a los demás seguro semillero de rencores, vigilen el colesterol, las transaminasas y la ansonina en vena y prevengan los efectos tóxicos derivados de la mayoría absoluta. Adviertan muy atentos que la debilidad creciente del adversario, su instalación progresiva en la desesperanza, para nada es fuente de mayor seguridad propia, que la debilidad del antagonista en lugar de garantizar su más cómoda dominación puede ser origen inmediato de graves peligros y nuevas inseguridades.

El secretario general del PP, Javier Arenas, está decidido a evitar que en adelante las sesiones de control al Gobierno de los miércoles sean utilizadas por el PSOE para concentrar de modo intencionado toda su batería de preguntas sobre un solo ministro. Semejante propósito parece consecuencia del recuento de los desgastes sufridos por Mariano Rajoy, Pío Cabanillas y Rodrigo Rato cuando hubieron de hacer frente de modo sucesivo a las preguntas sobre la inseguridad ciudadana, el bulo inyectado sobre las inexistentes entrevistas de Felipe González con los primeros dirigentes de Marruecos y los créditos otorgados a sus empresas familiares. A partir de ahí el grupo socialista ha exigido a la presidenta del Congreso de los Diputados, Luisa Fernanda Rudi, que se oponga a esos intentos de alterar los usos parlamentarios hasta ahora respetuosos del principio de competencia. Principio según el cual se encomienda la respuesta a cada una de las preguntas formuladas al Gobierno precisamente al ministro en cuyas aguas jurisdiccionales se encuentre la materia en cuestión, salvo casos de ausencia justificada por ausencia o enfermedad.

La martingala que quiere ensayar el Gobierno consistiría en elegir a su antojo a los ministros que habrían de responder, con independencia de que sean los competentes en la materia. Esta nueva libertad intentada por el PP para servirse del banco azul como de un banquillo, al que recurre el entrenador sin más norma que la propia voluntad para administrar presencias o descansos, es vista como un fraude a impedir. Claro que el portavoz del grupo parlamentario socialista, Jesús Caldera, desbordado de la cortesía parlamentaria, ha llegado a reconocer preceptos reglamentarios inexistentes según los cuales correspondería al Gobierno designar qué ministro contesta a cada pregunta. Otra cosa es que sea inútil al respecto la consulta de los 207 artículos de que consta y de las 33 normas interpretativas y supletorias vigentes que se le han ido añadiendo, porque en absoluto aparece en esos textos referencia alguna a esa supuesta atribución gubernamental. Hay que replegarse sobre el título V de la Constitución para encontrar alguna alusión en el artículo 108, donde se dice que 'El Gobierno responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados', y en el artículo 111, donde se establece que 'El Gobierno y cada uno de sus miembros están sometidos a las interpelaciones y preguntas que se les formulen en las Cámaras' y que 'para esta clase de debate, los Reglamentos establecerán un tiempo mínimo semanal'.

O sea, que las supuestas prerrogativas reconocidas galantemente por Caldera al Gobierno carecen de apoyo en precepto alguno además de resultar contrarias a la tradición y a los usos de la Cámara. Sin embargo, cabe imaginar cuánto ganarían las sesiones de control si el Gobierno rompiera ese principio y optara por un sistema táctico análogo al ensayado por Daucik, capaz de alinear en la delantera del Athletic al guardameta Carmelo y de situar bajo los palos al extremo izquierda Piru Gaínza. Cómo disfrutamos el otro día con el ministro del Interior, Mariano Rajoy, respondiendo sobre el servicio exterior y cuánto más lo íbamos a hacer con el de Hacienda, Cristóbal Montoro, dando cuenta de la represión a los manifestantes en Barcelona, o con la de Sanidad, Celia Villalobos, explicando la crisis de Arthur Andersen.

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