Comunistas, batasunos
Veinticinco años de la legalización del Partido Comunista: se cumplen cuando se prepara la ilegalización de Batasuna, sin más disidencias que de procedimiento (aparte de las que haya en el País Vasco, que cuenta poco en la cuestión vasca). Lo que se había dicho del PCE durante los 40 años (y desde 1917) era mucho más duro de lo que se ha acusado a nadie, y hasta hubo un tribunal especial 'contra la masonería y el comunismo' más feroz que los consejos de guerra. El número de asesinos comunistas inventariados en la Causa general excedía al de militantes y al de aficionados: tenían muy pocos. La legalización del PC fue una noche memorable en la que algunos militares se fueron del Gobierno y otros se reunían en cafeterías para 'hacer algo', mientras unos centenares de automóviles recorrían Madrid tocando sus bocinas más alegres. Lo que se celebraba era lo que se llamaba 'democracia': un régimen en el que nadie quedaba excluido.
Había llegado la libertad. Veinticinco años después de aquel Sábado Santo, la democracia y la libertad exigen que un partido legal, con los mismos años de existencia (desde 1977 en la Mesa de Altasu), deje de serlo. Como las leyes son las de entonces, es preciso cambiarlas: la democracia y la libertad requieren adaptarse a las circunstancias, sin cambiar la Constitución. No sé qué será de los batasunos, y no me importan: sólo como síntoma de que se pueda prohibir un partido con los mismos 25 años de legalidad y las mismas posibilidades que entonces de ser cómplice del crimen. O se es injusto ahora, o se ha sido cómplice antes.
En cuanto al partido comunista, legalizarlo y desaparecer fue todo uno. Los votos fueron menos de los que se suponía, los camaradas intelectuales y políticos que fueron 'la sal de la tierra' no sólo lo abandonaron, sino que se pasaron al enemigo y hoy son los últimos anticomunistas de España. Se quedaron pocos. Lo pasaron, lo pasan, mal. Pienso en Bardem, cercado, autor de unas memorias -que yo mismo presenté con Fernán-Gómez- ya vituperadas en algunos artículos. En él, en López Salinas, en los miles de militantes de base que no han cambiado, pero que temen decir lo que fueron. Ya les da miedo hasta ser legales.
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