¿Para qué estudié?
Me dirijo a la sección de Cartas al Director con un tema en el que no quiero polemizar. Todo lo contrario, me tiene desconcertado. ¿Para qué estudié yo tanto en el colegio, en el instituto, en la universidad? ¿Para qué he jugado tanto con mis hijos, he ido de excursión, les he dado unos estudios, les he enseñado en casa a cuidar el orden de su cuarto, sus libros, su ropa, a no decir palabrotas, a no poner los pies encima de la mesa... en fin, una educación, si luego llegan unos cuantos listillos que con gran empecinamiento en los medios audiovisuales (televisión, vídeos, cine), en el teatro (supuesto teatro), en la prensa escrita (revistas) y muestran todas sus porquerías de mal gusto y siembran de estiércol el mundo, infectando todo el ambiente y tirando para abajo tantos esfuerzos?
Es de juzgado de guardia. Pero, evidentemente, el ser humano está enfermo, su inteligencia y su voluntad apenas atinan, y se desvían sus instintos bien sea atrofiándose o exarcerbándose.
¿Dónde están los ecologistas de la buena educación, de la honradez, del respeto a los demás, a las instituciones civiles, familiares, políticas, culturales?
Se defiende más al lince, al lobo, a la ballena varada, al ave con las alas sucias de petróleo, que a las personas (los niños, las mujeres, los padres y madres de familia, los profesores tan poco respetados).
¿Quién defiende la belleza, la bondad, la limpieza de las costumbres de la mayoría de la sociedad? Porque unos pocos enfermos con su libertinaje atacan a degüello la libertad de todos. Éxtasis, anuncios, el triste espectáculo del Salón del Cómic de Granada, de una bajeza digna de entrar en el Libro Guinness, Miss Albacete... la página de sucesos, que yo no digo que no sucedan, pero que acoquina el ánimo de cualquiera cuando se sienta a comer.
Este ambiente que unos pocos enfermos malformados (debe de fallarles algún gen...) crean de cuanto acontece y que desconcierta a tantos seres humanos que no están enfermos. Pero no es verdad, no es verdad ese mundo que tratan de imponernos: mi más enérgica protesta.
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