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Entrevista:ALFREDO PASTOR | DECANO DE LA CEIBS DE SHANGHAI | ENTREVISTA

'China es la gran fábrica del mundo y aún lo será más'

Xavier Vidal-Folch

China será una gran potencia en el siglo XXI. Pero más en lo económico -gracias al proceso de liberalización e integración en el comercio mundial- que en lo militar, prevé el profesor Pastor. Entre otras razones, porque su tradición cultural es pacífica, y no expansionista.

Pregunta. Se habla de China como la futura gran potencia, pero hoy, con el 20% de la población mundial, es sólo el séptimo exportador, la octava economía del mundo y la 140ª en ingreso per cápita.

Respuesta. Es un país pobre. No miserable, pobre. Ha tenido desde siempre una gran concentración de población, tiene 10 veces menos tierra cultivada por habitante que Estados Unidos, es un país donde siempre se ha aprovechado todo, porque había que aprovecharlo todo. China desempeñará un papel relevante, junto a Brasil, EE UU, Europa y Japón. El consumo de cereales por habitante en China es de unos 200 kilos al año, contra 800 en EE UU. Entonces, ¿qué significará doblar su consumo? Un cambio completo de los flujos de comercio mundial del trigo. La mejora del nivel de vida en China repercutirá sobre la economía en el resto del mundo.

'Todos han condenado el terrorismo del 11 de septiembre. Los chinos son pacíficos, viajaban a Arabia cargados de regalos y no de cañones. Nunca han sido expansionistas'
'Los europeos buscamos muchas veces cosas que ya no están. ¿Por qué el confucionismo tendría que tener vigencia en China cuando no la tiene Aristóteles en Europa?'
'China será la segunda potencia económica del mundo no sólo porque es un país grande y poblado, sino porque existe y tiene conciencia de su existencia desde hace siglos'
'Carecemos de lazos históricos con China, pero hemos mejorado. La estrategia de cooperación es pasar por Europa. Nos conocen más como europeos que como españoles'
'La 'economía socialista de mercado' ha creado una prosperidad indiscutible, otra cosa es su distribución equitativa. El modelo de 'un país, dos sistemas' genera dinamismo'
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P. ¿Y el modelo va a ser Manchester? ¿O incorporará los nuevos requerimientos medioambientales, de equilibrio campo-ciudad?...

R. Los tendrá en cuenta, de lo contrario su desarrollo será imposible. China no puede permitirse migraciones internas masivas ni la desertización de una parte del país, por razones políticas y de cohesión social.

P. ¿Es China la segunda gran potencia del siglo XXI, como creen los americanos?

R. Creo que sí, pero no en el mismo sentido que EE UU; China está muy lejos hoy de ser una potencia militar. ¿Potencia económica? Está lejos aún. El tamaño de la economía podrá acercarse al de Estados Unidos en unos años, pero el nivel de riqueza, el PIB per cápita, tardará mucho más. China es el gran país de Asia. No sólo porque es muy grande y está muy poblado, sino porque es un país desde hace mucho tiempo; no es un invento, existe y tiene conciencia de su existencia desde hace siglos...

P. Y una cultura...

R. Sí, una cultura con una gran impresión de continuidad. Los europeos muchas veces buscamos cosas en China que ya no están. Es como si buscáramos lo que queda de Aristóteles en Europa: ya no queda nada. Confucio y Aristóteles son contemporáneos. ¿Por qué nos parece que el confucionismo tendría que tener vigencia en China, cuando Aristóteles no la tiene en Europa?

P. Sí, la tiene. Los hijos de Aristóteles hicieron el derecho romano, y vivimos del derecho romano.

R. Vivíamos. El derecho anglosajón ya es diferente...

P. ¿Cuál debe ser la actitud de los europeos ante este fenómeno emergente?

R. Tenemos que hacer un esfuerzo de respeto, a nadie le gusta que le digan las cosas desde fuera. Como decía Cyrano: 'Yo me hago críticas a mi nariz, pero no permito que me las haga nadie más'. Y un esfuerzo honesto por crear situaciones en las que ganan ambas partes. Los chinos son exigentes, no se les toma el pelo.

P. ¿Cómo viven la crisis de Afganistán?

R. Desde lejos. El terrorismo del 11 de septiembre ha sido criticado por todos. Los chinos son gente pacífica. Nunca han invadido a nadie. Viajaban en el siglo XV a Arabia en barcos cargados no de cañones, sino de regalos. Antes de nuestros descubrimientos hicieron cinco viajes. Con la dinastía Ming, el país se cerró, pero nunca ha sido expansionista.

P. ¿Qué simientes y qué obstáculos para la democracia y la eficiencia económica alberga la cultura china?

R. A lo largo de la historia china, ni el ejército ni el comercio eran muy bien considerados. En la Europa del siglo XIX el burgués pasa de ser un comerciante a ser un pilar de la sociedad. Esto no sucede así durante toda la época imperial china. Además, en su tradición los derechos de propiedad no están claramente establecidos, como en Occidente, y esto desanima la inversión. La revolución comunista no hace más que empeorar eso, porque todo lo que había de Estado de derecho en la China republicana desaparece. Ahora asistimos a la gran rectificación. Las autoridades se percatan de que un marco legal que prime la seguridad jurídica es indispensable para el desarrollo de una economía de mercado que aporte la prosperidad deseada.

P. ¿Hay transparencia, lealtad, entre las partes contratantes respecto de las reglas de juego?

R. Ésos son valores recientes en nuestra cultura, se aprenden porque facilitan el bienestar, no porque deriven de un instinto natural. Ortega decía que le gustaba el liberalismo porque era tan elegante... y tan antinatural. Es antinatural, es algo que se aprende. El pragmatismo es lo que provoca que los chinos se vayan orientando en esta dirección.

P. La 'economía socialista de mercado' imperante ahora es un invento con escasos precedentes. ¿Dará de sí?

R. Las autoridades chinas han impulsado desde Deng Xiaoping la integración con la economía del resto del mundo porque les parece una vía más segura hacia la prosperidad material. Y el resultado hasta el momento ha sido indiscutible en promedio, otra cosa es que esta prosperidad se haya distribuido equitativamente.

P. Un 10% de la población china, 120 millones de ciudadanos, viven por debajo del umbral de la pobreza, según diversos organismos internacionales.

R. Si defines umbral de la pobreza en términos absolutos, en dólares, no sirve, porque para el chino los precios de las necesidades básicas son bajísimos. La comida de un día, el bol de arroz, puede costar cien veces menos que una hamburguesa. Por eso soy cauteloso ante ese tipo de estadísticas. Habrá que ver hasta qué punto la orientación creciente hacia el mercado es compatible con una cohesión social y geográfica.

P. Hong Kong y Macao se han incorporado al continente según el modelo 'un solo país, dos sistemas'. Eso, ¿genera dinamismo o inestabilidad?

R. Creo que está generando dinamismo, porque los grandes inversores en la China continental son la gente de Hong Kong y de Taiwan.

P. En el año 1984 se inició la liberalización en el sistema de precios, pero quedan mucho pendiente.

R. La historia de la liberalización empieza en España en 1959, y aún quedan cosas por hacer. O sea, que en China el camino a recorrer aún es largo. Quizá necesitará una generación. Pasa enseguida.

P. ¿Sirve la transición española para la China?

R. Mucho. Lamento que lo que aprendimos en nuestra transición no haya sido más aprovechado en Europa del Este o en China, porque hay muchos elementos comunes. Las vacilaciones en la senda liberalizadora también las tuvimos nosotros. Girón de Velasco no es de 1959, mandaba mucho todavía bastantes años después. La experiencia española puede ser muy útil en la transformación de la empresa pública, que fue un éxito. Y en la construcción de una Seguridad Social. Teníamos la misma que los chinos, según el modelo de Bismarck. Hace 40 años, en España, la escuela, el economato, la vivienda, todo lo daba la empresa en la que uno trabajaba; si uno no trabajaba en una empresa, no tenía nada. Es lo que ocurre en China. Si se quiere un poco más de flexibilidad se necesita una Seguridad Social general que actúe como red de seguridad para todos.

P. La Seguridad Social exige muchos recursos y hay muchas empresas públicas.

R. Más de 100.000, de las que 14.000, las que están en sectores estratégicos, como transportes o comunicaciones, no se privatizarán. España podía absorber esas empresas públicas en su entorno sin crear grandes distorsiones. Estaba Ensidesa, pero también Altos Hornos de Vizcaya, la Seat, pero también Renault. En China este equilibrio no existe, no se puede absorber esto con tanta facilidad. Llevará más tiempo.

P. El crecimiento económico anual, entre el 7% y el 9% del PIB, ¿basta para absorber las tensiones sociales derivadas de la modernización?

R. Así lo calculan las autoridades. Nuestra economía creció al 6% muchos años seguidos, y dependía más del exterior que la china. O sea, no son cifras disparatadas.

P. ¿Cómo afecta la crisis regional asiática?

R. Aunque la economía china está aún cerrada, la recesión japonesa no la favorece, pero le influye menos que a Corea. China es una economía mayor, su divisa no es convertible y casi no tiene deuda externa. Tiene debilidades: la productividad de las empresas públicas, la distribución regional de los frutos del crecimiento. Pero las autoridades las conocen y valoran la estabilidad, y la gente tiene ganas de prosperar.

P. ¿Puede mantenerse la liberalización económica sin apertura democrática?

R. Un economista chino, Fan Gang, sostiene la 'teoría de la compatibilidad', que hay que avanzar en distintos campos, de manera que los avances sean compatibles. Fan Gang es un economista crítico con el régimen y las cifras oficiales y, sin embargo, entiende que se avance con pasos muy medidos.

P. Los occidentales, ¿están comprando mercado a base de minimizar las violaciones de derechos humanos?

R. Un diplomático francés dijo con muy buenos modos en un debate en mi escuela que 'los derechos humanos en China para Occidente siguen siendo una cuestión'. Nuestro presidente chino, Liu Ji, replicó que dónde estaban los derechos humanos cuando la guerra del opio o cuando la invasión japonesa de Manchuria, en los años 30. Añadió que ellos ya saben que deben cambiar, pero que lo harán a su ritmo. Creo que algunos pronunciamientos públicos por extranjeros suelen tener efectos más bien contraproducentes.

P. ¿Qué retos plantea el ingreso de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio)? Tan sólo en dos sectores, el campo y el automóvil, se perderán al menos diez millones de empleos.

R. También nosotros perdimos millones de empleos. Y Francia, cuando la industria y la construcción absorbían mano de obra. A nosotros nos tocó en plena crisis industrial, nadie absorbía nada. O sea, que es una cuestión de ritmo. ¿Cómo transformar un país como China, en el que el 60% del empleo todavía es rural, en un país en el que el 3% del empleo es rural, como Estados Unidos?

P. ¿Qué logran los demás con la incorporación de China?

R. El principio del trato igual a las empresas extranjeras es muy importante. El empresario europeo debe pasar por una joint venture en algunos casos. Si no fabrica no puede tener su propia red de distribución. Y dadas las suspicacias que genera el desconocimiento, ponerse en manos de un distribuidor a muchos les da pánico. El ingreso en la OMC resuelve eso y da seguridad a las inversiones. Además, extender su mecanismo de resolución de conflictos es básico, porque las dificultades para reclamar ante los tribunales internos son grandes. También la protección de la propiedad intelectual, porque China ya es, y aún lo será más en los próximos años, la gran fábrica del mundo. Lo es en la manufactura ligera de juguetes, textil, confección, gracias a una mano de obra muy trabajadora, disciplinada y a un coste muy bajo. Y lo empieza a ser en alguna tecnología.

P. Aumentará la deslocalización de la industria europea.

R. También ocurrió en Europa, y en Estados Unidos, entre el Norte y el Sur. No olvidemos la otra cara de este proceso: a medida que la industria se va desplazando hacia allí y que va dando trabajo de más calidad y más sueldos a la gente, el tamaño del mercado también va aumentando. No es que los chinos pasen a fabricar los productos que consumen los franceses, también fabrican los que consumen los chinos, y éstos consumen mucho más, porque el tamaño del mercado aumenta.

P. Pero un obrero que trabaja en Famosa se preocupará.

R. No, estará trabajando en Cantón.

P. En un par de años, el parque de teléfonos ha pasado de 43 millones a 123, y hay 20 millones de usuarios de Internet.

R. Si el teléfono móvil hubiera aparecido en España en los años sesenta, cuando había que esperar tres años para que Telefónica pusiera uno fijo, quizá también se habría triplicado en seis meses.

P. Hay 150 empresas españolas en China, y ninguna tiene 5.500 empleados, como Nokia. Y del total de las exportaciones españolas, sólo un 0,45%, van a China. España está a la cola.

R. La economía española es relativamente pequeña y no tenemos lazos históricos con la China moderna. En la época colonial, que es de donde vienen esos lazos, España estuvo ausente de China. Pero hemos mejorado mucho en los últimos años. Aún exportamos poco, pero podemos exportar otras cosas, traer estudiantes chinos a nuestros centros y a realizar prácticas en nuestras empresas. Crear una empresa allí y llevarla a base de expatriados es muy ineficiente y caro. Suecia, que tiene una gran tradición de negocios en China, reduce al mínimo sus expatriados, se apoya en gente local. Nuestra presencia en un sitio como CEIBS es también un buen factor, pesamos más de lo que tocaría por tamaño.

P. ¿Tan difícil es adaptarse?

R. Es difícil, son culturas profundamente distintas.

P. No para ingleses u holandeses, que aterrizan en lugares insospechados, se adaptan a la cocina oriental y no están todo el día añorando la tortilla de patatas y el sol de Jávea.

R. Un ritual de todos los expatriados de Shanghai es ir a tomar hamburguesas donde las sirven. Voltaire dijo que Inglaterra era un país con 360 religiones y una sola salsa. Si sostiene que los ingleses huyen de su propia cocina, no me extraña nada.

P. ¿Qué aportará la Casa de Asia recién inaugurada en Barcelona?

R. Conectará a los españoles con la cultura de los países asiáticos, y esto es quizá más rentable que llevar a la gente. Es más fácil crear un centro de estudios de la economía china en España que en China. Con media docena de personas que conocieran su idioma, muchos economistas se interesarían por su economía, y tendrían acceso a las fuentes de documentación. Si van allí toparán con la barrera del idioma.

P. ¿Cuál es la mejor estrategia de cooperación?

R. Pasar por Europa. Se nos conoce más como europeos que como españoles, y a los chinos les cuesta entender Europa, que un territorio tan pequeño esté tan segmentado. En eso también tenemos ventaja, porque cuando nos integramos en Europa aprendimos que no somos gran cosa. Otros europeos tendrían que aprender que no son gran cosa en sus tratos con China.

P. ¿No llegamos tarde?

R. No. Los que llegan primero también corren unos riesgos muy grandes. Ha habido muchos fracasos empresariales en China. Los grandes negocios surgen de oportunidades que siempre tienen un elemento de monopolio, y no estoy seguro que esto vaya a ser posible ahí. O sea, se puede hacer una buena empresa o un buen mercado, pero China no es El Dorado. China no es el 'lejano Oeste' de EE UU. En China ya están, en Estados Unidos no había nadie; allí, sí.

P. ¿Le sirve al mundo económico español la experiencia acumulada en los últimos 20 años en Latinoamérica?

R. Creo que sí. He analizado las soluciones que sugerían algunos organismos internacionales, o el propio Gobierno americano, para los problemas de reestructuración de las empresas públicas, y de eso nosotros sabemos más que los americanos, ellos no lo han tenido que hacer nunca.

Alfredo Pastor revisa un mapa del Lejano Oriente
Alfredo Pastor revisa un mapa del Lejano OrienteMARCE-LÍ SÁENZ

Un economista ante el embrujo de Shanghai

ALFREDO PASTOR BODMER (nacido en La Seu d'Urgell, Lleida, 1944) es una encrucijada. Catalán, hijo de padre valenciano y madre suiza. Economista, doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, fue profesor de Economía en Barcelona y en Boston. Luego se batió el cobre en el sector público, como director general del INI -reconversión de la construcción naval, minera y siderúrgica- y en el privado, como presidente del Instituto de la Empresa Familiar. Secretario de Estado de Economía con el hoy comisario europeo Pedro Solbes, siempre hizo gala de independencia de criterio -con oportunidad o sin ella-, siguiendo el norte de aplicar criterios empresariales al sector público. Vuelto a la enseñanza en el IESE barcelonés, es titular desde octubre de 1999 de la 'cátedra España' de la CEIBS, esto es, la China Europe International Business School, la escuela internacional de administración de empresas sita en Shanghai. Desde hace medio año ejerce como decano de esta institución, financiada a mitades por China y la Unión Europea y gestionada a través del IESE. La escuela ha generado en sus seis años de vida cerca de 500 masters y 1.500 masters ejecutivos. Tendrá en este curso 5.000 alumnos en distintos cursos de perfeccionamiento. Son, según Pastor, 'una gota en el océano' de los 1.300 millones de ciudadanos chinos, pero su irradiación tiende a multiplicarse, no en vano el gigante asiático está sediento de técnicas modernas de gestión. Así, la élite de la economía china en proceso de reforma se cultiva en sus aulas. Éstas conforman también una inigualada atalaya de lo que sucede en el país. Y una plataforma que - deletrea modestamente el decano- dota a España de una capacidad de influencia 'superior a su estricto peso económico'. Quizá por ello el embrujo de Shanghai cautivó al hombre de las encrucijadas.

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