Comedia sobre la paternidad

Inactivo desde hace años el patriarca Ingmar Bergman, sólo dedicado a algunos trabajos teatrales, y estando además sin rodar otros interesantes directores, el cine nórdico, en general, y sueco, en concreto, se ha refugiado en un género, en principio tan ajeno a él, como la comedia. En pocos años, los que eran casos aislados se han convertido en norma, y las películas que triunfan allí y comienzan a traspasar sus fronteras siempre adoptan este esquema.

Éste es el caso de la recién estrenada Nunca ocurre lo que uno espera, tercera película de la pareja de guionistas y directores formada por Máns Hergren y Hannes Holm. Tras hacer juntos dos comedias de éxito, One in a million (1995) y Eva y Adán (1997), y varias series de televisión, vuelven a escribir y dirigir algo que califican de 'comedia moderna sobre la paternidad'. Aunque, en realidad, se limitan a contar pequeñas anécdotas, con más o menos gracia, sobre cuatro mujeres dominantes -tres hermanas y una madre- de una familia donde los hombres tienen un papel secundario.

Tres hermanas

En Estocolmo viven tres hermanas. Sofía, la mediana, quiere ser actriz, pero se queda embarazada y tiene problemas domésticos cuando, tras nacer su hija, le dan el papel protagonista en una serie de televisión. Gina, la mayor, lleva años intentando tener un hijo con su marido, hasta que un día él descubre que tiene una hija de 15 años, fruto de una aventura pasajera anterior a su matrimonio. Tina, la menor, es una madre soltera, que ha tenido dos hijos con un hombre que pasa la mayor parte de su tiempo en la cárcel. Mientras tanto, sus progenitores también tienen problemas, y es que el padre, a raíz de su jubilación, deja a su madre por una negra mucho más joven que ella.

Después de una primera parte en que se incluyen breves flashbacks descriptivos sobre la vida de los personajes femeninos, en la segunda parte de Nunca ocurre lo que uno espera sólo se cuentan las breves anécdotas entrelazadas de todos ellos. A pesar de los esfuerzos de Máns Hergren y Hannes Holm para que su película sea graciosa, el resultado resulta largo y bastante desangelado. En buena medida por el desigual trabajo de un grupo de desconocidos actores, encabezados por la rolliza Josefin Nilsson, entre los que aparece perdida Bibi Andersson, que hace de madre, como recuerdo del cine de Bergman.