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VISTO / OÍDO
Columna
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De la España dormida

Dos o tres millones de manifestantes (esas cuentas nunca salen) frente al sistema Berlusconi hacen decir que Italia está viva. Siempre lo estuvo: país saltarín, agitado, inteligente, astuto, vital, capaz de hacer trampa a las trampas. Lo que se quiere ver de esa manera de responder al atraco de Estado es que España no tiene esa capacidad y no está viva. País que ha dado la palabra 'siesta' (de la 'hora de sexta' de adormilados frailes). No todo es cierto. Es verdad que España es hoy un país durmiente. No están lejanos los años en los que se decía que 'el pueblo español es ingobernable' y se achacaba una especie de 'anarquismo' al pueblo, a la manera (falsa) en que ellos utilizan esa palabra: cada individuo ajeno a los demás, desobediente, tramposo. Nada corresponde a aquella definición.

Ya el cantor del Cid decía del pueblo (en el que incluía a Rodrigo) 'Dios, qué buen vasallo / si hubiera buen señor'. Pueblo de vasallos: hubo un buen señor de cuando en cuando, señor de horca y cuchillo, y no se movió frente a él, y se calla ante sus hijos. Un señor de 'mano dura', que se oye pedir de cuando en cuando. Alguien sale del pueblo, enriquece y dice 'aquí lo que hace falta es mano dura'. Creo que no: no sólo porque para mí la mano dura es una mano de criminal -la mano de ETA-, sino porque lo que hace falta es mano abierta, generosa y tolerante. Suponiendo, claro, que el señor del vasallo va a ser el que dé y el que quite, aunque ahora se haya inventado la democracia para culpar a la víctima. Pero este pueblo no necesita nada más que agua de mar en verano y en Semana Santa, puentes, poco trabajo y buenas tapas. Ya, ni sexo.

Es una posición política. No imagino por las calles de Madrid o de Barcelona un millón o dos de personas protestando porque se va a permitir el despido sin causa justificada, como hace Berlusconi. Alberti advertía a Madrid, cuando Madrid era España, 'querrás despertar un día / y el alba no vendrá a verte'. No creo que presintiera que ese Madrid plural no querría despertar ningún otro día, que iba a estar mejor dormido. Y que vería un día aparecer una ley para ilegalizar a un partido político que actúa dentro de ella -si no, ya habría sido disuelto- y no se iba a plantear que, tras ella, podrán venir otras ilegalizaciones, y que al que lo advierte le echan un muerto encima. Ah, también puede pasar que al pueblo dormido no le importe que ilegalicen a todos los partidos: no son los suyos, no le sirven.

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