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La izquierda se rebela contra Blair, mientras desciende el laborismo

El líder conservador aprovecha el silencio de Thatcher para centrar su imagen

El laborismo anda revuelto. Mientras el partido cae en las encuestas por primera vez desde las elecciones generales del año pasado, el ala izquierda prepara una inaudita revuelta palaciega para denunciar el creciente presidencialismo del gran líder y primer ministro Tony Blair. Enfrente, el nuevo líder conservador, Iain Duncan Smith, aprovecha el silencio de Margaret Thatcher para intentar centrar al partido y a sí mismo.

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Arrastrado por la agenda, el Gobierno de Blair parece incapaz de tomar la iniciativa. 'Una tontería', 'absurdo', 'un inmenso farol'. La posibilidad de que la izquierda laborista plantee una censura contra Blair provoca más hilaridad que preocupación, incluso a quienes se supone que la preparan. 'La idea es absurda, para mí personalmente y como idea en sí misma', asegura Denzil Davies, el hombre señalado como retador de Blair. Nada amenaza hoy su liderazgo, pero su talante presidencialista y su entreguismo a Washington en la guerra contra el terrorismo están nucleando un polo contestatario en la izquierda del laborismo. Hasta 130 diputados firmaron una moción en contra de una intervención armada del Ejército británico en Irak y las encuestas siguen revelando que los británicos se oponen al ataque.

La testimonial protesta de la izquierda coincide con un persistente descontento de la opinión pública. Los escándalos financieros que sacuden al laborismo y salpican directamente a Tony Blair, el permanente caos de los servicios públicos y la creciente sensación de inseguridad ciudadana empiezan a reflejarse en las encuestas. Los británicos han perdido confianza en el laborismo y, por primera vez desde las elecciones de junio del año pasado, los tories están acortando distancias y el Gobierno parece incapaz de tomar la iniciativa. El Nuevo Laborismo se apaga.

Una encuesta de ICM publicada esta semana pasada por The Guardian ponía de relieve que la ventaja de 17 puntos que mantenían los laboristas sobre los conservadores se ha reducido a nueve. Un sondeo de YouGov publicado por The Sunday Times confirma esa tendencia y deja al laborismo con una escueta ventaja de siete puntos en intención de voto: 40% frente a 33%. Un margen que augura aún un tercer triunfo electoral, pero un cambio de tendencia también, que por primera vez cuestiona esa victoria.

Tony Blair sigue teniendo un enorme carisma. Su rival, Iain Duncan Smith, aún está muy lejos. Sus esfuerzos por centrarse no hacen más que resaltar lo muy escorado que está a la derecha. La retirada de Margaret Thatcher al menos le ayudará en la medida en que no tendrá que soportar las intempestivas irrupciones de la baronesa en la vida política que tanto daño hicieron a su antecesor al frente de los tories, William Hague.

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Pero los problemas de Blair no son ni su rival conservador ni la izquierda laborista. Su primer problema es convencer a los británicos de que las cosas están mejorando en dos ámbitos que se miden más a partir de percepciones ciudadanas que con fría estadística: los servicios públicos y la seguridad ciudadana.

Su segundo problema es el dinero. Necesita aumentar la inversión pública en sanidad, objetivo prioritario del Gobierno. Pero también la educación requiere inversiones adicionales. Y el ministro del Interior reclama fondos para llevar a cabo su discutida política de inmigración y para evitar el descontento en una policía cada vez más convulsionada por los problemas salariales.

Los transportes, con la intervención y quiebra de Railtrack, la compañía que gestiona las vías y estaciones del ferrocarril, son otra fuente de gasto. Y Defensa, en tiempos de guerras, ha empezado ya a consumir partidas del siguiente presupuesto. Todo eso, sin hablar del temblor que sacude a todo el país cada vez que algún miembro importante del Gabinete menciona la palabra euro.

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