Biberones de leche de yegua
Córdoba estrena una Unidad de Cuidados Intensivos para potros recién nacidos
Bajo la mirada preocupada y oscura de su madre, que de vez en cuando le da un golpecito inquisitivo con el morro, el potro se va recuperando. Esta criatura patilarga y despeluchada, de un color entre el café y la ceniza, apenas tiene cinco días de vida. Nada más nacer se vio que estaba débil y apático, que no era capaz de comer, que se deshidrataba. 'Tenía trastornos intestinales y se sospechaba que se le podía haber roto la vejiga urinaria', cuenta el doctor José Carlos Estepa; 'se iba a morir si no se le prestaba la atención precisa'. De eso precisamente se encargó la nueva Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología Equina del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Córdoba, con el doctor Estepa al frente. Su objetivo: devolver la salud a potrillos gravemente enfermos que requieren observación y asistencia 24 horas diarias.
Ahora mismo, este delicado bebé de 40 kilos se encuentra bastante mejor. Se pone de pie, busca a su madre para mamar y sacude la cabeza para quitarse la sonda, que parece que le molesta. Cuando llegó de Lora del Río (Sevilla), pocas horas después de la inauguración de la unidad, apenas se movía. Le hicieron ecografías, radiografías, análisis de sangre, todo a la velocidad del rayo. Le administraron los medicamentos que necesitaba: ordeñaron a su madre para darle biberones. ¿Y se dejaba? 'No mucho', titubea el doctor Estepa, que fue el que tuvo que ponerse a la tarea. 'Estas yeguas de vientre (o sea, de cría) suelen andar sueltas por el campo y no tienen costumbre de que nadie les manosee las zonas delicadas. Además, por instinto maternal no les gusta que nadie se lleve el alimento de sus hijos'.
La yegua, que se llama Berlinesa y ha cumplido cuatro años, es un animal espléndido. Sin perderse detalle de lo que pasa, acompaña a su primer hijo en el box o cubículo que hace las veces de habitación hospitalaria. 'No se les puede separar, porque la yegua se estresa mucho', explica el doctor Estepa. 'Además, para la curación del potro es mejor que estén juntos'. Alrededor de esta pequeña familia equina hay siempre tres personas: 'una se ocupa del enfermo, otra de la madre, otra del material'.
Los pacientes están controlados permanentemente. Se les toman las constantes cada hora y se valora su estado inmunológico; es decir, se mide cómo andan de defensas. Que es algo muy delicado en el caso de los potros, porque, como aclara el veterinario, sólo pueden adquirir sus defensas en sus primeras horas de vida, a través del calostro, la primera leche, especialmente rica y nutritiva, que produce su madre. Si no maman poco después de nacer, quedarán muy débiles, sujetos al ataque de cualquier virus o bacteria. Por eso el hospital tiene un banco de calostro y otro de leche, para alimentar a los potros con biberón o a través de una sonda. Igual que se hace con los diminutos bebés humanos.
Amor y economía
La nueva unidad de cuidados intensivos tiene capacidad para atender a dos o tres potrillos a la vez, no más. 'Hay que tener presente que se requiere mucho personal, que se realizan pruebas diagnósticas muy diversas, desde ecografías a tomografías axiales computerizadas, y que hay que mantener la farmacia y los laboratorios abiertos las 24 horas del día', enumera el doctor José María Molleda, director del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Córdoba. La atención especial que necesitan los potros enfermos implica, pues, un gran despliegue de recursos. Y, dado que no existe la seguridad social animal, y que la UCI se sostiene con fondos del propio hospital, resulta cara. Según los cálculos de los veterinarios que lo atienden, este potro tendrá que pasar unos ocho días ingresado. Lo cual se traducirá, para su dueño, en una factura de cerca de 600 euros. Este ejemplar, hijo de padres valiosísimos, estaba ya vendido en el vientre de su madre; se le tasó en unos 12.000 euros. Pero muchas veces se trata de animales que no son tan costosos, y sus propietarios no pueden o no quieren asumir gastos demasiado elevados. 'Es una diferencia muy clara con la medicina humana', señala el doctor Molleda. 'En las unidades de Neonatología de los hospitales españoles se hace todo lo que sea preciso para salvar a un bebé, sin pensar en el coste. Nosotros, los veterinarios, estamos condicionados por el factor económico'. Pero no siempre. 'Cuando hay un vínculo emocional entre el paciente y su dueño las cosas cambian mucho', advierte el director del hospital. Si el enfermo pasa de la categoría de ganado a la de animal de compañía, su propietario deja de pensar en términos de rentabilidad y paga lo que haga falta para salvar al gato, al pastor alemán o al caballo de sus amores. Y llama cada rato para preguntar cómo se encuentra el paciente, e incluso pide permiso para pasar la noche con él en el hospital. 'Hace poco', relata el doctor Molleda, 'operamos a un perro de cataratas. La intervención costó unos 600 euros. Y sus dueños estuvieron perfectamente dispuestos a pagarlas, y el perro recuperó la vista'.
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