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Reportaje:OCIO

Los niños ya no son lo que eran

El público infantil pierde cada vez más pronto el interés por la televisión, la música o los juguetes tradicionales

Pablo Ximénez de Sandoval

Después de 33 años en antena, directivos, guionistas y productores de Barrio Sésamo, el programa infantil de televisión más importante del mundo, tuvieron que rendirse a la evidencia. 'Nuestros espectadores son más pequeños de lo que pensábamos', dijeron durante la presentación de la nueva temporada de Sesame workshop, el título actual, a principios de febrero. Confesaban haber descubierto que su público de toda la vida, que eran los niños de 5 y 6 años, ahora apenas tenía 2 años, y anunciaban cambios en consecuencia. Jugueteros, editores o productores musicales hace tiempo que también corren a adaptarse a una clientela más cambiante de lo que parece.

'Los niños son niños cada vez por menos tiempo'. Es como expresa esta tendencia Enric Frigola, director de programas de Cataluña y también de infantiles de TVE. Frigola es el encargado de adaptar las nuevas directrices de Estados Unidos a la que será la 25º temporada de Barrio Sésamo en España. 'Habrá que presentar las historias de otra manera', explica. 'Por ejemplo, deberíamos introducir el mundo de los ordenadores, porque los niños de 5 y 6 años ya se han encontrado los ordenadores en la escuela o en casa. Aparte de que tienen una facilidad increíble para aprender a manejar las máquinas, que se han encontrado en su vida de una forma natural'. En concreto, 'a lo mejor hay que sustituir la tienda de anticuario que había en la anterior etapa por una de videojuegos. También había un mercadillo de los de toda la vida, una imagen tadicional, que igual hay que modificar'.

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Barrio Sésamo nació hace tres décadas como un programa educativo. Estaba pensado para los niños norteamericanos menores de 5 años que no podían recibir formación preescolar. Actualmente se emite en 148 países (en 19 de ellos traducido y en régimen de coproducción, como en España), unificando criterios sobre temas complejos como arriba y abajo, cerca y lejos, el número 7 o la letra B. Pero eso cada vez interesa menos, o a las edades más tempranas. A pesar de todo, Frigola está convencido de que 'no hay nada como Barrio Sésamo. Es único. Hay que hacer un programa más moderno, pero eso no significa que tenga que llevar un ritmo de videoclip. El objetivo sigue siendo pedagógico, enseñar divirtiendo. Nació como casi sustituto de la escuela, y ahora es un programa de entretenimiento inteligente'.

Pitufos, pero con marcha

'Lo que antes era para niños hasta la primera comunión, ahora se acaba a los 3 o 4 años', afirma Ramón Rodó, director de la productora musical Divucsa , 'en seguida se espabilan'. Rodó es editor de los discos de Los pitufos maquineros, el único producto musical infantil que tiene el éxito asegurado año tras año.

El producto consiste en que los pitufos, con voces aceleradas, cantan éxitos que antes han invadido las radiofórmulas. 'Lo que hacemos es coger éxitos, ponerle letras divertidas y venderles lo que oyen cada día. Este año seguro que habrá algo de Operación Triunfo. Les gusta oír aquello que ya les ha invadido'. Hace años que los productores musicales se dieron cuenta de que 'es muy raro que un niño asimile canciones hechas específicamente para ellos'. Es lo que hicieron en los años ochenta grupos como Parchís, Enrique y Ana o Regaliz.

'Soy un veterano de esto', afirma Rodó, de 63 años. 'He vivido todos esos grupos y hoy día es muy difícil que funcione algo parecido. En 2000 intentamos relanzar Parchís y no hubo manera'. Las similitudes con el problema que se han puesto de manifiesto en la televisión son claras: 'Hay un salto enorme, sin transición. Los niños cantan 'El patio de mi casa' hasta los 3 años. De pronto, a esa edad ya sólo funcionan los Pitufos o, directamente, Papá Levante o Manu Chao'.

Para aprobar una producción de Barrio Sésamo hace falta medio año de investigación con un equipo de pedagogos que colabora con los guionistas. El equipo creador del programa visita numerosas clases de preescolar y enseña las grabaciones para estudiar las reacciones de los niños. De ahí sale un material clave para configurar los guiones. 'Detectamos que un niño de 4 o 5 años cada vez se interesaba más por las series para mayores. Cuando llegan a los 8 o 9 años, o incluso antes, lo que les gusta es Operación Triunfo. Es curioso, pero ese programa ha entrado en los hogares gracias a los niños más pequeños', confirma Enric Frigola.

Temas de la televisión

El popular concurso también ha trastocado, por ejemplo, los planes y los catálogos de Ediciones SM. La colección Barco de Vapor, que edita libros hasta los 16 años, planeaba sacar una serie de títulos en una colección llamada Danza. María Jesús Encinas, del departamento de marketing de SM, cuenta que 'se daba la casualidad de que la protagonista se llamaba Nina [como la presentadora de OT]. Ahora le hemos cambiado el nombre a la colección y se llamará Nina: seré una estrella. Antes íbamos por libre, pero ahora estamos a merced de la presión audiovisual'.

Una presión que casi es monopolio del ocio de los niños, a pesar de que, en un trabajo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 42% de los padres encuestados opinaba que los programas infantiles 'a veces pueden ser perjudiciales o nocivos'. El 35% opinaba que 'son indiferentes, pero adecuados a su edad'. En el mismo estudio, el 57% echaba de menos más programas infantiles clásicos y más dibujos animados en la oferta de televisión.

Ni siquiera los juguetes mantienen el tipo. María Acosta, jefa de pedagogía del Instituto Tecnológico del Juguete, en Valencia, explica que 'la edad de juego con juguetes ha bajado sustancialmente en los últimos años. Ahora pasan en seguida a los videojuegos o Internet. Antes hasta los 9 años pedían juguetes tradicionales. Ahora a los 7 años ya no los piden. Pero es algo que se ha extendido a toda la cultura producida para la infancia: chucherías, series de animación, cómics...'. Para Salvador Miró, presidente de la Federación de Fabricantes de Juguetes, éste no es sólo un dato económico. 'Mi nieta no juega a nada', se lamenta. 'Tiene 20 meses y en vez de jugar lo que hace es ver vídeos en casa. Se los pone ella sola'.

Unos niños miran la televisión, en una imagen de archivo.
Unos niños miran la televisión, en una imagen de archivo.SANTOS CIRILO

Desencanto de los libros

En las editoriales que realizan colecciones para niños trabajan siempre con un supuesto inapelable, que es la pérdida radical de lectores en la adolescencia. Existen varios estudios en la actualidad que ilustran el desinterés por la lectura, como el estudio de lectores de la Fundación Bertelsman, que indica que al 55% de los niños de primaria (6-12 años) les gusta leer, pero sólo al 8% de los niños de secundaria (13-16 años). Otras cifras son las del Ince (Instituto de Calidad y Evaluación de la Educación), según el cual al 70% de los niños de educación primaria les gusta leer mucho o bastante. En secundaria, a partir de los 12 años, esa cifra se queda en un 20%. En el departamento de marketing de SM, la editorial de la colección Barco de Vapor, calculan que los libros de narrativa que se venden para niños y jóvenes de 6 a 18 años se pueden distribuir de la siguiente forma: 75% de libros de niños entre 6 y 13 años, 25% de libros de jóvenes entre 14 y 18 años. 'Está claro que las editoriales apostamos por los tramos de edad que más consumen libros, ya que atraer a los adolescentes es una misión harto difícil', explica Miguel Sánchez, de este departamento. De todas maneras, por el momento esta tendencia no les restará demasiado público, ya que la población de 13 a 18 años seguirá bajando hasta el año 2006, mientras que para las edades de 6 a 12 años existe un ligero ascenso hasta esa fecha. Los tramos de población de niños y jóvenes más interesantes para las editoriales por su crecimiento se encuentran entre los 0 y 12 años.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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