_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

San Genarín

San Genarín es el excelso patrono de la mafia leonesa instalada en Madrid. Trátase de un bienaventurado que entregó su alma a Dios mientras orinaba, en los años veinte del pasado siglo, en las murallas de la ciudad de León. Lo mató el primer camión de la basura contratado por el municipio. La huella de aquel borrachín entrañable que quemó su vida por las tabernas del Barrio Húmedo es indeleble. El Jueves Santo se citan en León muchos madrileños para aclamar a este celestial cimarrón, una mezcla de Homer Simpson y la madre Teresa de Calcuta. Los secuaces de Genarín pertenecen a lo más florido de la intelectualidad y el devaneo etílico de la capital, eso sí, con un ramalazo ostentosamente anticlerical. Todos ellos participan en una procesión clamorosa de borrachos, paralela a la de peinetas, tambores, cirios, cleros, autoridades y niños de diversos asilos.

Si te pilla en León el Jueves Santo, no te pierdas el espectáculo bifronte de ambas procesiones. Se puede uno permitir el lujo de estar cinco minutos en una procesión, cinco en la otra, y así hasta que acaba el espectáculo.

A la hora crepuscular de las procesiones, los bares del centro están a tope, lo cual incide seriamente en los devaneos espirituales de todos los cofrades. Ahora ya no se dice porque la gente somos más demócratas, pero antes, los nazarenos de León solían 'matar judíos' entre paso y paso: todo consistía en endilgarse una limonada de alto contenido etílico que expedían con fluidez todas las cantinas. San Genarín está acabando con esas barbaridades, porque él nunca fue dogmático, excepción hecha de su relación con el orujo.

Si alguno de ustedes se siente atraído por la personalidad de San Genarín, sepan que la hagiografía del bienaventurado le sirvió al escritor Julio Llamazares para irrumpir con fuerza en el ámbito de la narrativa. Todo lo santo tiene mucho de pasión, y también lo impío. Algunos prefieren en estas fechas las pasiones del Sur. Otros se infiltran en León, y se ponen tibios a morcilla, gótico y saetas que van directas al corazón. Pasión a tope. San Genarín se entiende con el Oso y el Madroño.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_