Tarde cruel
Para remodelar sus tardes, Tele 5 sigue apostando por imitar a los demás. Por un lado, amplía el formato de A tu lado, fallido clónico de El diario de Patricia. Por otro, introduce en su parrilla un concurso, Decisión final, que, por horario, compite con Pasapalabra. En el caso de A tu lado, la obsesión por imitar llega al paroxismo, ya que sus responsables han decidido que, en lugar de copiar sólo El diario de Patricia, también copiarán Sabor a ti, con lo cual se multiplica ese efecto plagio por el que tanto apego siente la a su vez presunta plagiaria Ana Rosa Quintana, creando así la interesante figura del plagiador plagiado. Al final, uno se pierde, y ya no sabe si Nuria Fergó salió el martes en Sabor a ti y el miércoles en A tu lado o si fue al revés, aunque, como siempre, tampoco importa demasiado.
Decisión final, en cambio, sí aporta novedades al género concurso. Se trata de novedades efectistas, espectaculares y brillantes, que abren una infinita gama de posibilidades en el mundo concursil. En Decisión final los eliminados no se van entre aplausos o con un triste premio de consolación. Una vez accionada una palanca, se pone en funcionamiento un mecanismo de ruleta rusa lumínica. Una luz roja va recorriendo el plató y, si se detiene bajo la víctima que no ha acertado la respuesta, se abre una trampilla por la que, de un modo fulminante, desaparece la pobre criatura. Luis Lorenzo, el dinámico presentador, inició su andadura diciendo que Decisión final 'es el único concurso en el que los concursantes no tienen tiempo de despedirse'. Se equivocó. La primera participante que fue devorada por este exquisito y perverso mecanismo suspiró y, antes de ver cómo el suelo se abría bajo sus pies, pronunció unas palabras maravillosas, referencia catódico-filosófica: 'Hasta luego, Lucas', y la tierra se la tragó. Por si esta extraordinaria novedad no fuera suficiente, el programa incluye otra: en un monitor podemos ver el ritmo cardiaco de los concursantes y, de este modo, comprobar que la procesión va por dentro. Ahora sólo falta que alguna empresa ponga a la venta un artefacto para que, en casa, también podamos saber el nuestro. Así, cuando asome el inminente peligro de colapso ante la programación que se nos ofrece, podremos activar alguna palanca por la que desaparecer de este mundo cruel.
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