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VISTO / OÍDO
Columna
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Partitocracia

Es palabra que no está en la Academia; Franco la empleaba como homónima de democracia: un sistema por el cual no gobierna el pueblo, sino los partidos. Se la sopló Gonzalo Fernández de la Mora, muerto hace días: el primero que empleó en España la defensa del 'fin de las ideologías', considerando que toda ideología es perversa. La maldad de la partitocracia consiste en que no es el pueblo el que forma y dirige los partidos que han de representar sus intereses: se extraen de la democracia real, eligen a sus propios jefes, someten a los diputados a la disciplina de voto y pueden ponerse de acuerdo entre sí para turnarse en el gobierno. A Franco le parecía grave: tenía razón, y se ha visto que la democracia de la transición se ha convertido en partitocracia, y ayer mismo el Consejo de Ministros trató de un anteproyecto para una Ley de Partidos.

No tienen inconveniente en explicar que el verdadero objeto de esa ley es ilegalizar a Batasuna; tanto lo proclaman que temo que el verdadero interés esté en otro sitio. Batasuna es un mal partido, pero legal: si en la ley se dibujan sus perfiles negativos, será una ley a la medida. Pero ¿y si en este traje a la medida se disponen las cosas de manera que puedan alcanzar a otros partidos hasta conseguir el partido único? ¿No estarían los herederos de Franco acelerando la partitocracia condenada para hacer de ella un franquismo? Supongamos que, por toda la ofensiva verbal de los últimos años de mayoría absoluta, termina designándose al PNV como fuera de la ley. A mí el PNV me parece también un mal partido por todas sus propias definiciones, a partir de la que le justifica -el nacionalismo- y de todas sus derivaciones racistas, de toda su falta de lógica, de su arcaísmo; quizá peor que Batasuna, que, por lo menos, da la cara. Pero me temo que el PP que gobierna y va sacando leyes a su medida, sean de educación o de justicia, o de pensiones y de inmigración, sea peor que todos, porque creo que montando el caballo del antiterrorismo no va a conseguir borrar el terrorismo, pero sí convertirse en partido único. En estos momentos lo es, por su mayoría absoluta; y el empeño en que la oposición se sume a sus iniciativas nos muestra algo peor que la partitocracia: que poder y oposición sean una sola cosa. Dos partidos únicos.

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